Por: Carmen Munguía
La trata de personas es un delito para el que incluso en México tenemos la “Ley para Prevenir, Sancionar y Erradicar los delitos en Materia de Trata de Personas y para la Protección y Asistencia de las Víctimas de estos Delitos” (LGPSEDMTP, 2012). La trata, es una realidad, incluso existen varias finalidades de este delito, el cual, yo veía como algo muy lejano, hasta que empecé a trabajar con niñas, niños y adolescentes (NNA) que las autoridades de Estados Unidos entregan todos los días y en diferentes turnos, a las autoridades mexicanas; esto, en la frontera de Sonora y Arizona. Lo mismo sucede en otras fronteras del país: se trata de NNA a quienes comunmente se les llama “migrantes” , que al ser detenidos en territorio estadounidense sin papeles que acrediten la autorización para estar en ese país, son enviados de regreso a México una y otra vez. Pero estas NNA “migrantes”, o mejor dicho, NNA en situación de migración o en movilidad, que las autoridades entregan a los Sistemas DIF – debido a que no se encuentran acompañados por ninguna persona adulta – tienen diferentes historias, distintos perfiles. No todas las NNA quieren llegar a algún lugar de Estados Unidos para buscar una mejor vida o reunirse con sus familias. Muchos de ellos(as), principalmente adolescentes, son cooptados por la delincuencia organizada en las ciudades fronterizas para “cruzar” personas al vecino país del norte. También cruzan droga y armas, pero la constante son las personas. Lo más terrible es ver a estos adolescentes ansiosos, queriendo escapar para rendirle cuenta a sus “patrones”, verles el miedo en los ojos y el cuerpo temblando por la adrenalina. Peor aún, es escuchar sus historias, esas en las que son forzados a trabajar para grupos delictivos, saber que incluso van y los buscan a sus propias casas. Estas NNA han sido llamados “menores de circuito” por años y lamentablemente, aún entre el funcionariado público que carece de una perspectiva de derechos humanos, siguen siendo identificados de esta manera. Lo correcto es entender que se tratan de NNA víctimas de un delito, del delito de trata de personas con la finalidad de uso para fines delictivos, el cual se contempla en el artículo 10 de la LGPSEDMTP: “la utilización de personas menores de dieciocho años en actividades delictivas”. El gran problema es que por años, la delincuencia tan bien organizada en nuestro país, ha estado secuestrando a nuestra niñez, a las y los adolescentes, destruyendo sus vidas de forma siniestra, y lo más frustrante es que lo sigue haciendo en total impunidad. Todos los días perdemos a NNA, todos los días se le permite a la delincuencia, a las mafias, que lucren con sus vidas, que usen a nuestras NNA para fines delictivos, para hacer negocios con ellos(as). Además de cruzar a personas, al cumplir 18 años, y cuando saben que las NNA ya no les son útiles para pasar personas “al otro lado”, los convierten en sicarios.Toda esta realidad me tocó vivirla de cerca, por ello escribí una tesis de maestría al respecto, en donde pude llegar a concluir, que mientras no se garantice su derecho a la justicia como víctimas, estas NNA no podrán tener acceso a otros derechos, puesto que el derecho a la justicia funciona como el derecho humano llave, que habilita el resto de sus derechos. Además de ello, recuerdo bien el énfasis que me hacía el maestro Ricardo Ortega Soriano, en la gran relevancia de trabajar la resiliencia con esta población. Por todo esto, ojalá, algún día y de verdad, la voluntad política mueva a las autoridades a darle sentido a nuestras leyes y que actúen apegadas a la legalidad, que dejen de ser omisas ante sus grandes responsabilidades, que dejen de fallarle a las NNA dejándolas todos los días en las manos de la delincuencia organizada.