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Rigoberta Menchú

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Rigoberta Menchú

Rigoberta Menchú

Por: Eusebio Ruiz Ruiz.

* Ejemplo de lucha, servicio y superación

Hoy comentaré algo de la vida de Rigoberta Menchú, ejemplo vivo de lucha, servicio y superación. Esta historia ojalá y sirva de motivación para la búsqueda de caminos pacíficos que nos lleven a la superación individual y social.

El próximo 9 enero Rigoberta Menchú Tum estará cumpliendo 60 años, nació en la Villa de Uspantán, Quiché, un pueblo de indígenas muy pobre de Guatemala. De adolescente participó en los programas de reforma social de la Iglesia Católica, fue activista en el movimiento a favor de los derechos de la mujer en su país. Debido a la persecución que sufría su comunidad, y que en muchas ocasiones se manifestaba en asesinatos, en 1979 se integró al Comité de Unión Campesina. En 1981 se unió al Frente Popular 31 de enero, incitando a los campesinos a que se rebelaran ante la opresión de los hacendados y el gobierno. Tuvo que huir de Guatemala y se refugió en México, en nuestro país organizó movimientos de resistencia agraria y cofundó el grupo Representación Unida de la Oposición Guatemalteca.
Varios miembros de su familia fueron torturados y asesinados por los militares o por los “escuadrones de la muerte”, entre las víctimas estuvieron uno de sus hermanos, su padre y su madre.
El arma de Rigoberta Menchú fue la “teología de la liberación”, ideología cristiana que la llevó a denunciar con valentía y de manera pacífica la violación a los derechos humanos.

En el año de 1991 colaboró con la Organización de las Naciones Unidas, preparando la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas.

Por su activismo empezó a ser reconocida a nivel mundial como la abogada de los derechos indígenas y de la reconciliación etno-cultural, lo que la hizo acreedora, al Premio Nobel de la Paz, 1992; otra de las distinciones que le han otorgado es el Premio Príncipe de Asturias, 1998.

Rigoberta ha trabajado a favor de los pueblos indígenas, de los derechos de los niños y de la dignificación de la mujer; ha denunciado los abusos que campesinos e indígenas han sufrido a manos de los hacendados, militares y políticos de Latinoamérica.

En 2006 participó como embajadora de buena voluntad de la Unesco durante el gobierno del presidente guatemalteco Óscar Berger Perdomo. Candidata a la presidencia de Guatemala en dos ocasiones, en el 2007 y 2011.

En el libro “Mujeres Maravillosas” de Guadalupe Loaeza se nos narra una de las experiencias de la Sra. Menchú, es una lección de superación personal y de valorización por los más humildes, a continuación transcribo dicha vivencia.
“Te voy a adelantar dos meses de tu sueldo”, le dijo la patrona a Rigoberta cuando la vio llegar con su ropa bien viejita, la misma con la que trabajó en la finca. “Me das vergüenza, ¡qué serías para mis amigos! Mis amigos son personalidades, así que tienes que cambiar; “¡cómo estás!”, le dijo casi tapándose la nariz. La señora del señor tomó su bolsa de charol y muy digna salió en su coche a comprar un huipil, un corte nuevo y un par de zapatos para la nueva sirvienta que había traído Candelaria, india también. En ese entonces, Rigoberta tenía 13 años y aunque comprendía un poco de castellano no hablaba ni una sola palabra. “¡Rigobertaaa! ¡Rigobertaaa!, le gritó la señora cuando llegó del mercado donde había comprado las cosas. Tal vez Rigoberta pensó que se estaba muriendo por la intensidad de los gritos, pero se dio cuenta de que ese era su tono de voz. Llegó corriendo. “Toma -le dijo la patrona- entregándole un paquete; no te compré los zapatos porque no te alcanzó con el dinero de dos meses que tienes que trabajar”. Rigoberta tomó las cosas y fue a su cuarto a bañarse y a cambiarse. Ya limpia, se fue a hacer la cama de la señora. Cuando terminó, vino la patrona a revisar su trabajo. “Repite esa cama porque no lo hiciste bien”, le reprochó. Dice Rigoberta: “Yo la maltrataba en mi mente. Me decía: si pudiera mandar a esta mujer a la montaña y si pudiera hacer el trabajo que mi madre hace. Yo creo que ni siquiera era capaz”.
Por la noche, Rigoberta se fue a dormir a su cuarto, donde guardaban cajas, bolsas de plástico y la basura. Y se acostó en una camita, donde la otra sirvienta le había colocado un petate. Como tenía costumbre cuando trabaja en la finca, se despertó a las tres de la mañana. Y así, despierta, tal vez se acordó de lo que había cenado: unos pocos frijoles con unas tortillas bien tiesas. Quizá en esos momentos se acordó de lo que le dieron de comer al perro de la casa, blanco y bien lindo: pedazos de carne, arroz; es decir la misma comida que los señores. “Me sentía muy marginada. Menos que el animal que existía en esa casa”, dice Rigoberta en sus memorias.
Varios meses trabajó Rigoberta con su patrona, porque “yo no era capaz de desobedecer. Y esos patrones abusaban de toda mi obediencia. Abusaban de toda mi sencillez”. Además, Rigoberta tenía que pagar los dos meses que la señora había gastado en su ropa. Finalmente, Rigoberta regresó a su casa porque uno de sus hermanos le vino a avisar: “Papá está en la cárcel”.
Seguramente el viernes 16 de octubre de 1992, veinte años después, esa misma patrona (mucho más vieja) estaba viendo, como todas las noches, la televisión. Es probable que cuando terminó la telenovela de las siete, mientras el locutor anunciaba quien había recibido el Premio Nobel de la Paz, haya reconocido la imagen a todo color de Rigoberta exclamando con voz de pito: “¡Queeeeé!” No es cierto. Es que no puede ser posible que esa india que tuve de sirvienta en mi casa ahora sea Premio Nobel de la Paz. Pero no sabía castellano, no sabía leer ni escribir. Pero si dormía en el cuarto de cachivaches. Pero si es una india quiché. He de haber comido muchos tamales. No es posible y estoy alucinando. Es que ¡no es cierto! ¡Vieeejo! ¡vieeejo!, ven rápido. Mira quién ganó el premio de la Paz. ¿Te acuerdas de aquella india que trabajó al mismo tiempo que Cande? Sí, sí, sí, Rigoberta. Bueno, pues Rigoberta Menchú ahora es una personalidad. Habría que hacerle una cena en su honor. Ahora es una personalidad, ¡como nuestros amigos! ¿Te das cuenta?”.