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¡Para ti maestro!

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¡Para ti maestro!

Por: Eusebio Ruiz Ruiz.

Cuando no había espacio ni tiempo, allá en la eternidad, las tres divinas personas tuvieron la Primera Sesión de Consejo Técnico Celestial, y eso que aún no existía el último viernes de cada mes.

En aquella reunión, el objetivo general era muy claro: Crear el Universo. Tarea extremadamente difícil, no imposible para la perfección y sabiduría divina, pues la creación se haría a partir de la nada.

Semejante a lo anterior, en sus debidas proporciones, fue la realidad postpandemia que encontraron los docentes: alumnos que llegaron a las clases presenciales sin nada en el cerebro; en educación física y deportes una gran cantidad de pupilos se presentaron con el cuerpo como un lamento. En este sentido, los maestros también han tenido que cumplir con su misión partiendo de la nada.

Padre, Hijo y Espíritu Santo, a una sola voz (porque Dios es Uno) dijeron: “Manos a la obra, empecemos con la creación”, y sin rodeos emprendieron un verdadero trabajo de equipo, afortunadamente no tenían de esas autoridades que entorpecen el trabajo de los docentes, si las hubieran tenido, Dios aún no podría provocar y guiar el Big Bang que dio origen al Universo.

El Dios Uno y Trino empezó con el cronograma, siguió con la planeación, sin que las rúbricas faltaran.

En el cronograma establecieron que la creación sería en seis largos periodos (o 6 días, como dice la Biblia), acordaron que el séptimo día descansarían. El descanso era necesario, porque todo esa documentación y su materialización provocarían mucho estrés, lo positivo en esta labor es que el Buen Dios (porque la verdad sí es muy bueno) no tuvo a un superior que le revisará los documentos, de haber sido así, la magnífica obra no se hubiera realizado.

La creación había iniciado, todo llevaba un orden, todo estaba en tiempo y forma, nada escapaba a lo marcado en el cronograma y en la planeación, el objetivo general y los específicos se cumplían al pie de la letra. Al final de cada periodo evaluaban lo realizado y en la rúbrica anotaban: “Y vio Dios que era bueno”, frase escrita 7 veces en el capítulo 1 del libro del Génesis.

En el primer periodo o día sucedió lo siguiente: «Dijo Dios: “Que exista la luz”, y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas…» (Gn 1, 3.4). Terminado el primer periodo, la Trinidad Santa tomó la rúbrica y lo evaluó, eso “fue en la tarde y la mañana del primer día” (Gn 1,5b).
Había sido un arduo trabajo de equipo, la Trinidad estaba satisfecha con lo logrado, se daban cuenta de la hermosura, nitidez y beneficios que tenía la luz.
Para entonces el señor Silencio ya existía y gozaba de la claridad de la luz, mientras tanto el Ser Supremo pensaba y pensaba.
— ¿Qué tanto piensas mi Señor?, preguntó Don Silencio (porque el silencio también habla, escucha y actúa).
— Pienso en lo bella y radiante que es la luz y en que la oscuridad no será aprovechada para descansar y dormir, sino para hacer tratos sucios en lo oscurito, dijo Dios.
El Creador estaba preocupado, Silencio -como buen observador- sabía que a Dios algo le inquietaba, no quería quedarse con la duda, esperaría prudente y pacientemente la ocasión para preguntar, hasta que el momento oportuno llegó:
— ¿Qué es lo que te preocupa de la creación?
— Dios atento a la pregunta, respondió: Ya puedes ver la belleza de la luz, después verás cosas más interesantes, podrás contemplar otras maravillas y al final mi obra maestra: El ser humano. Él me preocupa porque pasará por momentos en que le faltará la luz, en él reinará la oscuridad, la ceguera lo invadirá, tropezará, caerá, se equivocará.
Silencio y Dios se quedaron varios minutos meditando, de pronto el Misterio Trinitario exclamó:
— ¡Ya sé!
Silencio se dispuso a escuchar, sabía que Dios en su perfecta sabiduría tenía la solución.
— Dios dijo: En el sexto día, ya casi para culminar mi obra creadora, cuando ya se encuentre todo listo, voy a crear al hombre y a la mujer, algunos de ellos los llamaré para que sean maestros, los que sepan responder bien a mi llamado serán la luz, continuarán mi labor del primer día, tendrán los talentos y los conocimientos necesarios, iluminarán el camino de los que estén atentos a sus lecciones, de esta manera cuando un ser humano sea invadido por la oscuridad, un maestro lo iluminará.
En el último día de la creación, dijo Dios: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza…Y creó Dios al ser humano a su imagen; a imagen suya lo creó; hombre y mujer los creó”. (Gn 1, 26a.27). Obvio que en la rúbrica quedó anotado: “Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno” (Gn 1,31), al final de los formatos del cronograma, la planeación y la rúbrica aparecían la firma del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esto sucedió al finalizar el sexto periodo.
Llegó el ansiado séptimo día, el periodo del descanso, algo así como los fines de semana para los maestros. La Trinidad descansaba, merecido descanso después de concluir la obra de la creación.
Pero Dios no es flojo, cuando se terminó el día de descanso, continuó trabajando, quizás por eso el Universo sigue expandiéndose.
Ya creado el ser humano, Dios llamó a hombres y mujeres para que fueran maestros, muchos le respondieron con un SÍ, algunos hasta se integraron en algo que llamaron sindicatos.
Tan importantes son para Dios los que se dedican a la enseñanza, que fueron constituidos como maestros, así como se constituyeron a los profetas, a los evangelizadores, a los apóstoles y a los pastores (Ef 4, 11).
Cristo admitía que sus contemporáneos le llamaran maestro. Compromiso y privilegio es que al docente se le llame igual que al Dios encarnado.
Un día, el señor Silencio se acercó al Padre y le preguntó:
— ¿Qué tipo de seres humanos son los que se asemejan más a Ti?
— Los buenos maestros, respondió el Creador.
— ¿Por qué?
El Hijo intervino y respondió:
— “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6).
— Un buen maestro siempre guiará por el camino correcto a sus alumnos.
— Las verdades de la ciencia llegan al alumno por la enseñanza del buen maestro.
— El buen maestro no solo transmite conocimientos, trabaja para que sus alumnos “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10b), es además un ejemplo de vida para ellos.

¡QUINCE DE MAYO, DÍA DEL MAESTRO!