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“México atraviesa una crisis nacional”

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“México atraviesa una crisis nacional”

 

Jan Martínez Ahrens, El País
Su Eminencia habla con voz suave. La matanza de Ayotzinapa, el florecimiento del culto a la Santa Muerte, los escándalos de corrupción… Nada parece sobresaltar al cardenal José Francisco Robles Ortega (66 años), arzobispo de Guadalajara y presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana. Ha llegado a la entrevista con una seráfica sonrisa y se ha sentado en una silla barroca, los pies muy juntos sobre la alfombra. En el pecho luce una cruz de oro, que perteneció al obispo y poeta Joaquín Arcadio Pagaza y Ordóñez (1839-1918). Fuera de las dependencias episcopales, un sol espléndido se derrama sobre la capital de Jalisco; dentro, tras unas cortinas cargadas de sombra, el prelado responde con extremo cuidado, pero a sabiendas de que el futuro ya ha llegado. Es la cabeza de una Iglesia, aristocrática y conservadora, que el huracán Francisco ha sacado de la cámara del tiempo. “El Papa es impredecible”, deja caer el cardenal.

Pregunta. En pleno estallido del caso Ayotzinapa, donde desaparecieron 43 estudiantes normalistas, sostuvieron que México atravesaba una crisis nacional. ¿Y ahora?
Respuesta. Seguimos en esa crisis. No puede haber progreso ni desarrollo sin confianza. Se tiene que restablecer. ¿Cómo? Mediante la credibilidad, que el pueblo constate que la palabra dada es cumplida. Los mexicanos quieren ver que se hace el bien para todos, no solo para unos cuantos.
P. ¿Cómo se sitúan ante lo que llaman “el despertar de la sociedad civil” y las protestas?
R. Nos hacemos eco de esa indignación, siempre y cuando no sea desviada para otros fines, hay que encauzar esa fuerza. Si las autoridades no lo hacen correctamente, se corre el riesgo de que derive en violencia descontrolada.
P. ¿Cuestiona la Conferencia Episcopal las reformas del Gobierno?
R. Reconocemos que eran urgentes y necesarias, pero nos preocupa que no den frutos a los que lo necesitan: los pobres, los indígenas y los desfavorecidos.
P. ¿Y qué le parece el escándalo de la casa de la esposa del presidente, construida por un importante contratista de la Administración?
R. Va en el paquete de todos esos hechos que han contribuido a esta falta de confianza. Se necesita transparencia y aplicación de la ley.
P. ¿En México se puede confiar en las autoridades?
R. El propio presidente ha declarado que percibe una gran desconfianza, y es verdad. Los logros de las reformas no los ve nadie como tales, porque hay una desconfianza del pueblo hacia las autoridades.
Pedimos a la gente que vote, pero con criterio
P. Como cabeza de la Iglesia mexicana, ¿cuál es su relación con el presidente?
R. Es abierta, muy franca. Hemos encontrado el clima para hablarle con toda libertad y claridad, en el entendido de que la Conferencia Episcopal abriga a todos los obispos de México y asume sus preocupaciones.
P. ¿Eso incluye a obispos rebeldes como Raúl Vera, que piden una nueva constitución?
R. Es una inquietud muy personal que Vera asume como un deber de obispo y de ciudadano. No le ponemos veto ni le marcamos pauta. Esa es su libertad
P. Hay elecciones en junio. ¿Cuál es su recomendación de voto?
R. Pedimos a la gente que vote, pero con criterio. Por ejemplo, que conozca la trayectoria del candidato, que sepa qué acciones ha hecho por el bien común… Y una vez formado el criterio, el deber es votar. La abstención no hace bien al país.
P. ¿Por qué hay tanto crimen en México?
R. La respuesta es multifactorial. Se ha registrado una pérdida de valores, entre ellos el de la vida; el marco ético se ha debilitado, y tenemos un clima de impunidad, donde se incumple la ley y el crimen organizado impone sus intereses. Hay una cultura de violencia y criminalidad.
P. ¿Cómo fue posible lo que sucedió en Ayotzinapa?
R. Vuelta al tema de la criminalidad. Son muchos los factores.
P. ¿Qué diría a los padres de los normalistas desaparecidos?
R. Estamos con ellos y con el legítimo derecho que tienen a la verdad.
P. ¿Cree que están siendo manipulados, como dijo el obispo de Guerrero?
R. Él nos compartió una experiencia: al principio un buen grupo de padres asumió que sus hijos habían terminado como se ha dicho siempre, asesinados. Incluso estaban llevando un proceso de duelo, cuando aparecen personas que les llaman y les dicen: “Ustedes tienen que pedir que sus hijos estén vivos”. No cabe duda de que hay gente que solo busca la oportunidad que ofrecen estas tragedias para sus intereses políticos.
P. El Papa ha prometido visitar México, ¿dónde le llevaría?
R. El Papa es impredecible. Pero tiene su mente, su corazón, bien definido en las periferias existenciales. Él puede pedir, por ejemplo, una zona indígena o un Estado en conflicto. Nuestra propuesta es: visita Guadalupe, una celebración masiva, y si quiere conocer la frontera, Tijuana, Reynosa o Matamoros.
El Papa tiene su mente, su corazón, bien definido en las periferias existenciales
P. ¿Iguala o Ayotzinapa?
R. Eso no cae en el campo de nuestras sugerencias.
P. ¿Pero lo ve ahí?
R. Si él lo decide, cómo no.
P. El Papa desató la polémica al alertar sobre la “mexicanización” de Argentina. ¿Pero acaso no estaba reflejando una realidad?
R. Basta ver las reacciones en las redes sociales. Es obvio que el pueblo coincide en advertir el grado de criminalidad que existe en algunas zonas del país.
P. En 1970, el 95% de la población mexicana se declaraba católica, ahora es el 80%. ¿Por qué ese descenso?
R. Se debe al relativismo, ahora cualquier creencia es válida. Pero a lo mejor también es que no hemos sido oportunos a la hora de responder a las inquietudes de un amplio sector de la población. En todo caso, lo que nos compete es asumir lo que el Papa nos propone: una Iglesia en salida, de puertas abiertas, que vaya a los más alejados, a los heridos en el camino de la vida. Una Iglesia que vaya y no que espere.
P. ¿Y no tendrá que cambiar mucho la Iglesia mexicana, conocida por su conservadurismo?
R. Vivíamos en un régimen donde todo se daba por tradición, y eso incitaba a la pasividad. ¿Qué había que hacer, si todo ya estaba hecho? Ahora eso se acabó.
P. Con el nuevo Papa.
R. No, con la realidad. Vivimos en una realidad que nos reta a salir, y el Papa Francisco lo ha leído bien, es latinoamericano. Vibramos ante esa misma realidad.
P. En México sorprende la extensión del culto a la Santa Muerte.
R. No está tan extendido, se ubica en lugares muy ligados al conflicto por la violencia, al narcotráfico. Se trata de una deformación del sentido religioso. La muerte es todo lo contrario, es la nada. Se la invoca para hacer daño. Eso no es religión.