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Matar no es la solución

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Matar no es la solución

Por: Eusebio Ruiz Ruiz.

Una vez más se demuestra que “la violencia engendra más violencia”, desde el 11 de diciembre de 2006, fecha en que se declaró la guerra al crimen organizado, no hemos dejado de vivir en el salvajismo y la bestialidad del que sólo el ser humano es capaz, todo en virtud del dios dinero que dejan los negocios ilícitos.

Las cifras sobre los muertos varían, se dice que son alrededor de 150 mil, más de 30 mil son los desaparecidos, y en cuanto a los desplazados todo es incierto, se llega a decir que suman 1.5 millones; una cosa si está clara: La violencia y dar muerte al prójimo no soluciona nada.

Nuestros gobernantes se podrán seguir jactando de haber detenido o matado a “los grandes capos”; el ejército y la policía podrá seguir matando a narcos, halcones y al que se atraviese, las bandas de criminales seguirán eliminando a rivales e inocentes, pero matar no es la solución, nunca ha sido.

En las películas, novelas y cuentos de vaqueros, muerto el “malo”, todo quedó en paz, en la vida real no lo es, los problemas no se resuelven a balazos.

Es lamentable que algunas personas narran con emoción y con alegría esos videos en donde las fuerzas armadas terminan con la vida de quienes se dedican al delito. Nadie puede alegrarse por la muerte de una persona, aunque ésta sea un delincuente.

No es justo que la violencia arrebate vidas juveniles, porque la mayoría de los militares, policías, marinos, delincuentes e inocentes son gente muy joven, tampoco es justo que cada vez más manos se encuentren manchadas de sangre y que muchos jóvenes estén quedando dañados psicológica y moralmente. Nuestra juventud tiene derecho a vivir, a estar limpia y sana.

La industria de las armas (en esto nuestro vecino y enemigo del Norte es un especialista), el negocio de la droga y el ser un político de alto rango involucrado con los narcotraficantes, son las actividades más lucrativas de nuestro tiempo, son los intereses egoístas y criminales de unos cuantos, sin importar que los de abajo se sigan matando.

No basta con organizar marchas, orar a Dios tampoco es suficiente, ni vestirse con una playera en donde luzca una frase bonita a favor de la paz, todo esto puede ayudar, crear conciencia, no digo que sea inútil, pero el problema de la violencia se ataca desde la raíz o nos resignamos a vivir bajo el reinado de las balaceras, el luto, el dolor y la muerte.

Ningún padre o madre, en su sano juicio, quiere para sus hijos un mundo violento; al contrario se desea la paz para ellos y para las generaciones que siguen. En estas bajezas en las que nos encontramos, la paz no surgirá por arte de magia, se tiene que empezar a construir.

La paz se empieza a fabricar en la familia, la célula básica de la sociedad tiene una gran responsabilidad, el padre y la madre deben formar a los hijos en las virtudes de la estudiosidad y laboriosidad, si no es así, pasarán a incrementar los 7.5 millones de “ninis” (ni estudian ni trabajan) que ya tenemos en el país. Con los “ninis”, el crimen organizado, en cualquiera de sus categorías, se fortalece.

Padre y madre son los responsables de que los hijos se disciplinen, se formen con fuerza de voluntad, endurezcan su carácter, si no es así, los descendientes serán mimados, endebles, delicados y muy “blanditos”, su ley será la menor esfuerzo y su camino a seguir el hedonismo, serán fácil presas de los vicios, otros más que fortalecerán al crimen organizado.

La educación tiene como tarea esencial formar a la persona para que viva en plenitud y contribuya al bien de los demás. Una persona con educación no optará por ocasionar males a la sociedad, lamentablemente en muchos ambientes se observa una educación familiar y escolar decadente, ambiente propicio para que los no educados causen males a los demás; entre la carencia de una buena educación y la violencia hay mucha relación.

Puedo sonar “espiritualoide”, pero si hacemos a un lado a Dios, entonces todo está permitido; cuando al Sumo Bien se le da el lugar que le corresponde, entonces el ser humano endereza paulatinamente sus caminos torcidos. Si carecemos de paz y abunda la violencia es porque a Dios lo hemos expulsado de nuestra sociedad.

El mal no se vence con el mal, la violencia no se vence con la armas, la muerte no se vence matando, la paz no se logra disparando balas y arrojando granadas, matar es un grave error.

Educación, justicia, respeto, padres y maestros responsables, disciplina, cordialidad, formación, igualdad social, religión, gratitud, estudio, trabajo, deporte y apertura a la presencia divina, todo esto construye la verdadera paz. Que quede claro, el mal se erradica con el bien, no matando.