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Las palabras del loco

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Las palabras del loco

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Las palabras del loco
Por: Eusebio Ruiz Ruiz.

Friedrich Nietzsche (1844-1900), filósofo, poeta y filólogo alemán, extremadamente polémico, de gran influencia en ámbitos como la religión, la filosofía y el arte.

“La gaya ciencia” es una de las obras de este pensador, en el fragmento 125 escribe sobre la muerte de Dios, lo invito a que disfrute y reflexione la lectura de este hombre del siglo XIX.

¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: « ¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios! »? Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. ¿Es que se te ha perdido?, decía uno. ¿Se ha perdido como un niño pequeño?, decía otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá embarcado? ¿Habrá emigrado? Así gritaban y reían todos alborotadamente.

El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. « ¿Que a dónde se ha ido Dios? -exclamó-, os lo voy a decir. Lo hemos matado: ¡vosotros y yo! Todos somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos, cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia adelante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes? ¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene siempre noche y más noche? ¿No tenemos que encender faroles a mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No nos llega todavía ningún olor de la putrefacción divina? ¡También los dioses se descomponen! ¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podremos consolarnos, asesinos entre los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos. ¿Quién nos lavará esa sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué ritos expiatorios, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este acto demasiado grande para nosotros? ¿No tendremos que volvernos nosotros mismos dioses para resultar dignos de semejante acción? Nunca hubo un acto más grande ¡y quien nazca después de nosotros formará parte, en virtud de ese acto, a una historia más elevada que todas las historias que hubo nunca hasta ahora! »

Aquí, el loco se calló y volvió a mirar su auditorio; también ellos callaban y lo miraban perplejos.

Finalmente, arrojó su farol al suelo, de tal modo que se rompió en pedazos y se apagó.

« Vengo demasiado pronto –dijo entonces-, todavía no ha llegado mi tiempo. Este enorme suceso todavía está en camino y no ha llegado hasta los oídos de los hombres. El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz de los astros necesita tiempo, los actos necesitan tiempo, incluso después de realizados, a fin de ser vistos y oídos. Este acto está todavía más lejos de ellos que las más lejanas estrellas, ¡aunque son ellos quienes lo han realizado! »

Todavía se cuenta que el loco entró aquel mismo día en varias iglesias y entonó en ellas su Requiem aeternam deo. Una vez conducido al exterior e interpelado contestó siempre esta única frase: « ¿Pues, qué son ahora ya estas iglesias, más que las tumbas y panteones de Dios?

– Hasta aquí Nietzsche –
Vivimos en un mundo en donde necesitamos muchas lámparas encendidas en pleno día, hay áreas de la vida personal, familiar, social y política que se encuentran en total oscuridad porque la máxima luz –Dios-, no ilumina. El Ser Trascendente estorba en la vida de muchos, por eso “lo hemos matado”, no conviene tenerlo vivo, incomoda su presencia.
Hay partidos políticos y legisladores que con sus propuestas y leyes han matado a Dios, emiten leyes que prohíben nacer y establecen sentencias que obligan a morir, y aún más, ellos mismos se han proclamado dioses porque creen que tiene el derecho de decidir sobre la vida y la muerte de las personas.
En aras del progreso, la civilización, la modernidad, la libertad, la igualdad y la inclusión, se toman decisiones para permitir que varón con varón y mujer con mujer puedan contraer “matrimonio”, en algunos países muy “adelantados” ya están permitidos los llamados “matrimonios infantiles” entre adultos y niños, por supuesto, las legislaciones amparan al adulto que no se le puede considerar como pedófilo, mientras que los niños y niñas quedan privados de los derechos. En otros países es legal el “matrimonio” entre personas y animales. ¿Vamos hacia allá?, ¿es ese nuestro precipicio?, ¿no es preocupante el golpeteo fuerte y constante que sufre la familia mexicana? ¿Acaso no necesitamos un farol que alumbre en pleno día? ¿No necesitamos la luz divina que nos ilumine en la oscuridad provocada por el “progreso” y el “avance”?
La violencia que vive el país nos habla de la muerte de Dios, los que están involucrados en el crimen organizado han caído en la tentación de la serpiente del libro del Génesis: “serán como dioses”, y al sentirse como tales entonces ellos deciden quien seguirá o no viviendo, la libertad de las personas también depende de ellos, ¡que afán de “comer el fruto prohibido”! si al final de cuentas solo deja amarguras, terribles vacíos existenciales y verdaderos infiernos.
¿Por qué hemos borrado a Dios del mapa de nuestra vida?, ¿acaso no andamos errados? ¿Qué nos hará entender que es mejor vivir en la luz que en la oscuridad?
La filósofa existencialista Simone de Beauvoir escribió: “Al suprimir a Dios nos hemos quedado sin el único interlocutor que realmente valía la pena”.
Hemos matado a Dios y permitido que nazcan y se desarrollen las monstruosidades de la violencia, el crimen, las depravaciones, el sin sentido, la náusea, el aislamiento, la angustia, el nihilismo, el hastío…
¿Cuál es el gusto por seguir cayendo cada vez más abajo?, ¿seguiremos imitando a los países más “avanzados” y haciendo a un lado nuestras sanas y limpias costumbres?, ¿por qué permitir leyes que nos obligan a “vivir” entre el estercolero?