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La maldición de los penales

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Por: Víctor Manuel Fuentes Cortés

Clasificada por primera vez a los Octavos de Final de la Copa del Mundo fuera de su país; se enfrentaba a Bulgaria en un partido once contra once en donde se acarició la gloria deportiva, se cumplió el tiempo reglamentario llegando a la definición desde los once pasos y por segunda vez consecutiva fue eliminada del certamen por un marcador adverso en penales.

Hablamos de nuestra selección mexicana, de nuestro representativo nacional, quien con la actuación de esa tarde fijó una maldición que ha perdurado a través de los años al grado de convertirla en una crisis nacional.

Crisis nacional casualmente parecida a la que atraviesan nuestros penales o centros penitenciarios desde fechas similares, por hacer un pequeño recuento: 23 muertos en el penal de Tepic en 1988, 20 en el Penal de Matamoros en 1991, 12 en Los Mochis en 1996, 11 en Villahermosa en 1999, 19 en Tijuana y 15 en Tamaulipas en 2008, 23 en Durango en 2009, 11 en Gómez Palacio, 27 en Ciudad Juárez y 20 en Matamoros todos ellos en 2011, 31 en Altamira, 44 en Apodaca y 24 de nuevo en Gómez Palacio en 2012, 13 en San Luis Potosí en 2013, 49 la semana pasada en Topo Chico y un nuevo motín (sin especificar número de muertos) en Ciudad Victoria.

Analogía entre PENALES, que aunque conceptualmente resulta distintiva comparten diversos temas de fondo y reacciones entre la ciudadanía que si bien, tienen impactos diferentes, parecen no generar (en el caso de los centros penitenciarios) variante alguna en la actuación de nuestros actores de decisión pública.

En efecto, las crisis deberían ser detonadores de cambio por ser momentos en los que quedan de manifiesto situaciones y gobiernos insostenibles y que como consecuencia de inacción solamente acarrean repeticiones y más repeticiones de “tragos amargos” para el mexicano.

La historia de los motines en los penales de nuestro país de los últimos años es un ejemplo de que para los tomadores de decisiones en la política mexicana, las crisis no son oportunidades de cambio. Ahora ya ni siquiera se ocupan del “recubrimiento del bache” dañado por su propia pasividad.

Si la cifra de 342 muertos (a los que hay que sumar según cifras oficiales los que repunten en Tamaulipas) no constituye un foco de atención suficiente, es decir, no representan un “jalón de orejas” para actuar ante una crisis que encierra la oportunidad de cambio, no sé qué evento están esperando quienes rigen la agenda gubernamental para trabajar en políticas públicas dirigidas a nuestros centros penitenciarios nacionales.

La negligencia, indolencia e irresponsabilidad han imperado como causas principales de éste tipo de violencia al interior de los penales desde hace más de 28 años, la falta de compromiso y la inacción también han sido constantes en un México en donde la variable en vez de ser la política pública instrumentada ha sido la localidad en donde suceden las tragedias penitenciarias.

A saber existen evidencias plasmadas a través de indicadores que hablan de situación de hacinamiento y una arraigada corrupción que se traduce en un autogobierno que implica la existencia de reclusos extorsionados y un alto déficit de custodios.

Las soluciones pueden ser varias, desde el pago de multas administrativas por delitos menores a cargo de los gobiernos estatales hasta la aceleración de procesos de aquellos que se encuentran recluidos sin haber recibido condena y la liberación de las personas en las cárceles a todos aquellos que purgan una condena por portar pequeñas dosis de mariguana.

Sin embargo, éstas soluciones no se van a tomar solas, ni las alternativas van a llegar del cielo, para ello hay papeles que tiene que jugar la sociedad mexicana en sus dos dimensiones; ciudadana y política, el ciudadano debe de ser motor de estímulo a la opinión y clarificar lo que está sucediendo dentro de las cárceles mexicanas, eso inevitablemente trasladará el tema del “baúl de los pendientes” a la “luz de la agenda pública”; y quien participa del poder político, es decir, quienes se encargan de formular e instrumentar las políticas públicas en nuestro país tienen que ser nuestros principales representantes de causa social, es a ellos a quienes los ciudadanos cedimos nuestra voluntad para que accionen y representen nuestros intereses primordiales.

Ahora bien, nos hacen algo de eco ciudadano las frases “¿representantes de México?”, “¿nos volvió a suceder?”, “¿racha de años sin ganar?”, “¿falta de contundencia a la hora de definir?”, “¿cambios tardíos?”, ¿falta de mentalidad?”; pues precisamente esos son los males que han aquejado a quienes nos representaron deportivamente en el mundial de 1994 y correlativamente a quienes nos representaron políticamente desde 1988 a la fecha; y es que no podemos confundirnos y condenar solamente a quienes fueron víctimas de un sistema-panorama político adverso y su falta de prevención, realmente aunque la culpa es de muchos (ciudadanos, funcionarios federales, funcionarios estatales, procesados y sentenciados) la solución es de todos y nuestros gobernantes ante su falla en los penales tendrán que remontar el “marcador” sí o sí.

Si bien es cierto que las históricas fallas deportivas en los penales de nuestra selección de futbol y la palpable crisis en los penales de nuestro país tienen en común que pueden ser combatidas con honor, patriotismo, preparación, fortaleza y decisión, no menos cierto es que su innegable diferencia estriba en que mientras las primeras son fallas en un juego e implican solamente desilusión nacional (para aficionados), las segundas no son un juego por lo que la ausencia en su atención no solamente implica desánimo social sino una grave afectación al entorno social de millones de mexicanos ávidos de bienestar en su país.

En pocos meses estará funcionando en todo el territorio el nuevo sistema de justicia penal, con él, reglas diferentes para las tareas de prevención del delito, para la investigación de hechos ilícitos y procesamiento de presuntos responsables, entre otras. Pero todo ello podría ser un llamado a misa si es que no arreglamos los problemas penitenciarios.

Hoy en día tenemos una tasa de reincidencia nacional del 32%; es decir, de cada tres internos que salen de la cárcel, luego de haber cumplido su condena, al menos uno regresará dentro de pocos meses de nuevo por haber cometido otro delito y por lo general más grave que el anterior.

Es necesaria una limpia de fondo en las cárceles mexicanas, de ello dependen tanto el éxito de la reforma penal así como la seguridad del país: ciudadanos, no sé ustedes pero yo ya me cansé de perder en penales, mexicanos no hay tiempo que perder!