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La historia de la víbora

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La historia de la víbora

La historia de la víbora

Por: Eusebio Ruiz Ruiz.

“Lo que determina nuestros sentimientos sobre los sucesos que ocurren en nuestras vidas no son los propios sucesos, sino el significado que nosotros les demos”, son palabras de Adam J. Jackson.

John Powell, en su libro “La visión cristiana”, nos narra una pequeña historia sobre una “víbora”, a continuación se las platico.

El joven llegó a su casa después de la medianoche, todo era oscuridad, abrió la puerta, con horror pudo ver en el jardín una enorme víbora, al parecer de algunos 12 metros. El corazón de aquel muchacho palpitaba aceleradamente, la adrenalina circulaba por su corriente sanguínea…, el animal trataba de morderlo. De pronto reacciona, se arma de valor, toma un azadón y corta furiosamente en pedacitos a la víbora.

Había pasado el peligro, la víbora estaba muerta, el chico estaba satisfecho de haberla matado, se sobrepuso al peligro y al miedo, entró en su casa, su corazón y su respiración volvían al ritmo normal, se acostó, cerró sus ojos, y en su imaginación se hacía presente el enorme animal retorciéndose.

Al otro día, por la mañana, volvió al jardín, quería ver al réptil muerto, pero se encontró con una sorpresa, no había ninguna víbora, sólo se encontraban los trozos de una manguera.

En realidad nunca había estado una víbora en el jardín, el muchacho se había confundido con la manguera. El horror, el miedo, los actos y el sentirse bien correspondieron a lo que él creyó haber visto.

Reaccionamos y actuamos de acuerdo con lo que percibimos. Epicteto decía: “¡Todo está en el modo como vemos las cosas!”. Psicólogos y psiquiatras (como James, Burns, Frankl, Leslie y Young) han concluido lo mismo que el filósofo romano.

W. James en su obra: “Los principios de la Psicología” señala: “El descubrimiento más grande de nuestra generación consiste en que los seres humanos, al cambiar la actitud interna de su mente, pueden cambiar todos los aspectos externos de su vida”.

Nuestras emociones, ilusiones, metas y acciones dependen en buena medida del tipo de anteojos que tenemos puestos para ver la realidad. Los lentes pueden ser marca “optimismo”, “pesimismo”, “apatía”, “amor”, “rencor”, etc.

Vale la pena colocarse los lentes que nos ayuden a encontrar el lado brillante en las personas, en la familia, en el trabajo y en todo lo que acontece; ciertamente no podemos ignorar las limitaciones, lo que no está bien, pero aún así tenemos que encontrar el lado amable y bueno, no sería correcto que nos priváramos de lo plateado y prometedor de la vida, por poner nuestra atención únicamente en el fango.

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