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Historia de cerditos

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Historia de cerditos

Por: Carmen Munguía Gallegos

Siempre supe que esa mentira sería insostenible en el tiempo. Ayer en el semáforo de una amplia avenida del Estado de México nos encontramos con decenas de cerditos apretados, buscando espacio entre ellos, tratando de encontrar un hueco que les permitiera medio acomodarse en el tráiler.

A uno que otro le quedaba una pata al aire y el trasero estampado a las rejas del vehículo. Los teníamos a un lado de la camioneta y los viste. Te diste cuenta que uno de ellos estaba manchado de sangre y te afligiste.

Yo, como te imaginas, ya tenía un nudo en la garganta. Te pregunté ¿sabes a dónde los llevan, verdad? Respondiste de forma inmediata, sí mamá, a la playa ¿no?, exacto, te respondí, sintiendo un gran alivio. Después dijiste, qué bueno que los lleven a la playa a jugar antes de morir.

Y entonces me di cuenta que a pesar de estar a punto de cumplir diez años, aún creías en ese cuento que te inventé cuando me preguntaste a dónde transportaban a los cerditos que veías en las calles de la ciudad. Yo te dije que los llevaban a jugar con la arena y las olas del mar, que eso les encantaba. Y bueno, desde ayer traigo este episodio en la cabeza, dándome vueltas.

Al respecto, es preciso decir que a la par de la lucha por los derechos humanos, de movimientos como el feminista y de  la comunidad lgbtttiq; de esfuerzos por la transparencia y la rendición de cuentas, de pugnar por los derechos de la niñez; de exigir verdad y justicia, respeto a los derechos de personas en situación de migración, alto a la impunidad que consume al país, etcétera; existen grupos organizados que visibilizan y nos hacen cobrar conciencia respecto a la crueldad que se ejerce diriamente en contra de animales.

Y para ser sinceros, en mi opinión, me parece que de forma natural, estos movimientos seguirán ganando espacios y se irán fortaleciendo cada vez más y más; con esto quiero decir, que la idea de recononocer derechos para los animales, no es descabellada, para nada, en absoluto. Al contrario, la lucha por derechos para los animales, la relaciono más con una sociedad empática y civilizada, que con cualquier otra cosa. Para concluir y volviendo a eso que le dije a mi hijo, estoy consciente que en cualquier momento tendré que dar una explicación.

Aún no sé qué le voy a decir cuando suceda, pero seguramente, simplemente opte por la verdad: no quería mostrarle un mundo inacabado a sus tres años de edad, y es que esto de luchar por un mundo mejor, toma tiempo, y ciertamente cuando tenemos hijos o hijas, quisiéramos un lugar justo y seguro que ofrecerles, de inmediaro.