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Hablemos de religión

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Hablemos de religión

Por: Eusebio Ruiz Ruiz.

No son pocas las personas que rechazan la religión, hay quienes quedaron hastiados de la creencia que algún día profesaron, los motivos pueden ser muy variados: el antitestimonio e incoherencia de sus líderes, la metodología que se utilizó cuando se les inculcaron las creencias, la superficialidad en la práctica de su confesión religiosa, la falta de perseverancia para superar las crisis de fe, la monotonía en los ritos y el desconocimiento de los fundamentos de su credo religioso, entre otros.

El rechazar la religión, no implica rehusar la tendencia de una persona hacia el Valor Supremo, llámesele Dios, Yahvé, Padre, Jehová, Alá, Jesucristo, Ser Supremo, Sumo Bien, o como se quiera. El hombre tiene necesidad de una vivencia interna que lo acerque a Dios. San Agustín de Hipona lo expresaba así: “Nos hiciste para Ti, e inquieto está nuestro corazón, hasta que descanse en Ti”, a esto se le llama religiosidad.

Religión y religiosidad no son lo mismo. La religión es la virtud que nos lleva a dar a Dios el culto debido como Creador y Ser Supremo, se manifiesta con ceremonias, ritos, aplausos, procesiones, flores, velas y veladoras, posiciones físicas, cantos, etc., nada de esto es negativo, solo que debe surgir desde esa tendencia y vivencia interna que es la religiosidad; todos los actos externos de la religión son criticables cuando se quedan en lo superficial, cuando no nacen del contacto con Dios y no nos llevan a la práctica de las virtudes religiosas. Por ejemplo, en el caso del cristianismo, de nada sirve que una persona asista a Misa el domingo, con vela en mano, se pare, se siente y se ponga de rodillas cuando debe de hacerlo si todo eso lo hace mecánica e inconscientemente y no movido por el Dios en que cree, peor sería que saliera del templo sin el propósito ni el deseo de poner en práctica el mensaje divino.

Henry Bergson -pensador del siglo XX, nacido en París- habla de dos clases de religión, la estática y la dinámica, la segunda está impregnada de religiosidad, la primera no.

La religión estática -dice Bergson- es inferior, primitiva, sirve como tranquilizante frente al temor, es enajenante, es una evasión consoladora, se practica por conveniencia y en ella se busca a Dios como un refugio. En cambio, la religión dinámica es superior, se basa en el misticismo, es decir, en un encuentro vivencial y directo con Dios mismo.

La religión estática lleva a un amor de palabras, mientras que la religión dinámica mueve a la acción y a un amor de hechos.

Al decir que la religión dinámica se basa en el misticismo se puede pensar que solamente la pueden practicar los grandes místicos como San Pablo y Santa Teresa de Jesús, esto no es así, la vida mística no es exclusividad de nadie, su esencia está en la relación con Dios, y el hombre por ser criatura tiende naturalmente hacia su Creador.

De estas dos clases de religión la que más se practica es la estática, hecho que ha dado pie a que grandes pensadores –como Carlos Marx- argumenten en contra de la religión, pero no se puede negar que la práctica de la religión dinámica produce en el individuo un crecimiento, maduración y santidad, de manera que empieza a captar una serie de valores y a actuar conforme a ellos.

La religión dinámica no rehuye la realidad, sino que la afronta, en consecuencia no es alienante. En este sentido el hombre religioso sería el que vive de manera libre, comprometida, alegre y con responsabilidad su religión. La religión estática crea niños, la dinámica adultos maduros, verdaderos hombres y mujeres de fe.