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Hablemos de la mentira

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Hablemos de la mentira

Hablemos de la mentira

Por: Eusebio Ruiz Ruiz

Jean Francois Revel escribió: “De todas las cosas que gobiernan al mundo la primera es la mentira”, ¿tendrá razón?

Dicen que las mentiras más extensas son las que se dicen en un informe de gobierno, sea federal, estatal o municipal.

Hace algún tiempo se publicó una encuesta que colocaba a los políticos como las personas menos confiables, ¿será por mentirosos?

La mentira sale a brillar cuando un funcionario público es entrevistado, sobre todo si a dicho servidor se le pregunta sobre el empleo, el combate a la pobreza o la seguridad.

Hay una mentira que se llama “jocosa”, es decir, hecha simplemente por divertir, sin ofender a nadie, generalmente se trata de una broma.  Como algunos funcionarios toman de vacilada su cargo, creen que dicen puras mentiras jocosas. Pero no es así, a lo mejor lo que dicen es una mentira oficiosa.

La mentira oficiosa es la que tiende a favorecer a una persona, una comunidad o una ideología. Los ejemplos de estas mentiras son los números inflados en las encuestas para influir en la opinión pública o cuando las estadísticas sobre el empleo son adulteradas.

Otra mentira es la que va directamente a dañar la imagen de alguien, es calumniosa, a ésta se le llama mentira dañosa, acuérdese de cualquier político en campaña y los ejemplos sobran.

La Biblia dice que el Diablo es el padre de la mentira. ¡Pobres de los mentirosos!

Gandhi afirmó: “Más vale ser vencido diciendo la verdad, que triunfar por la mentira”.

“Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”, escribió F. Nietzsche.

Un escrito anónimo del siglo XVI  dice que un día el Diablo decidió casarse, tener muchas hijas, yernos y nietos, y así llenar el infierno, fue entonces cuando se casó con una mujer llamada Injusticia, de la cual tuvo siete hijas, una de ellas fue doña Mentira, que la ofreció como esposa a los pobres. (El escrito no dice porque con los pobres).

La simulación, la hipocresía, la adulación y la locuacidad son afines a la mentira.

La simulación es la mentira que se verifica no con palabras sino con hechos, como el hijo que ante su padre simula que va a la escuela y se va a dar el rol.

La hipocresía es aparentar externamente lo que no se es en realidad, para ganarse la estimación de los demás. El escrito anónimo antes citado dice que la hipocresía es otra de las hijas del Diablo y que está casada con todos los que andan con la biblia bajo el brazo, que se le dan de muy “llenos de Dios”.

La adulación consiste en exagerar los elogios para obtener algún provecho, como lo hacen los lambiscones, para ejemplo solamente acuérdese de tantos que quieren quedar bien con los jefes. “Peligrosas son las alabanzas y las adulaciones, porque sólo ofrecen lamentables resultados. Quien lisonjea a otro no desea otra cosa que engañarle”, lo dijo Esopo en el siglo VI a.C.

La locuacidad es hablar con ligereza, con peligro de apreciaciones inexactas o injustas, puede degenerar en difamación o calumnia.

El octavo mandamiento de la Ley de Dios nos pide: “No darás falso testimonio ni mentirás”

Para finalizar una pequeña reflexión de S. J. Klimex.

Un día el duque de Osuna, siendo Virrey de la ciudad de Nápoles, visitó la cárcel.  A cada uno de los presos preguntó el motivo de su condena.

Todos los presos juraron ser inocentes, acusaron de injustos a los jueces y exigieron ser puestos en libertad. 

Tan sólo uno de ellos reconoció sinceramente su propio crimen.

Entonces el Virrey ordenó: Corran inmediatamente de aquí a este peligroso delincuente, pues podría contagiar a todos estos pobres inocentes, los cuales para su propia seguridad seguirán bien protegidos en esta cárcel.

El premio por hablar con la verdad.

El castigo por mentir.