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El grito doloroso de un pueblo por Eusebio Ruiz Ruiz

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Tlamatinime

Por: Eusebio Ruiz Ruiz.

Este es el diario vivir de un pueblo que grita, gime y se estremece de dolor, sus habitantes tienen hambre y sed de justicia.

 

Pueblo costero y fronterizo que alguna vez de paz gozó. Un día, su territorio fue invadido por el cobro de piso, el homicidio, el secuestro, el robo violento, la masacre, el pisoteo de sus derechos.

 

El rostro de aquel pueblo está bañado en sangre, ni siquiera a sus muertos puede velar.

 

Ese pueblo llora en los corazones y en los ojos de madres, esposas, padres, hijos, hermanos y amigos de los que han perdido la vida, o se ignorara su paradero. En los templos las oraciones se elevan por el descanso eterno o por el pronto regreso.

 

La paz se la llevaron, odio, violencia y muerte entraron en aquellos pacíficos lugares, claro, con la venia de quienes poseen la llave de la ciudad.

 

Ese pueblo es real, su gente es buena y amable, siete años de miedo e inseguridad ha vivido; el hombre –como escribió Hobbes- se ha convertido en el lobo del hombre.

 

Gafas de color negro, en sus ojos puso el monarca, para no ver lo que pasaba, de pronto cambió los lentes y en las micas colocaba imágenes de progreso, felicidad, paz y armonía.

 

El pueblo medio alzó su voz, un nuevo monarca nombró, todo en paz ese día, a la siguiente aurora, la violencia reapareció; los días transcurren, la gente se acostumbra a vivir en el terror.

 

El aprendiz de poeta empezó a escribir: “¿Dónde estás paz que no te encuentro?”, y la pluma fue obedeciendo su humilde inspiración.

 

El salmista dice: “En paz me acuesto,

y en seguida me duermo”,

palabras, que decir yo no puedo,

el descanso me lo quita el fuego.

 

Las balaceras me han quitado el sueño,

el refugio ha sido el piso y el suelo,

las balas persiguen el cuerpo,

dónde estás paz que no te encuentro.

 

Calles y caminos son campo de batalla,

muere el inocente cuando explota la granada,

dan los últimos lamentos los abatidos por la bala,

el llanto de una madre a lo lejos se escuchaba.

 

Dónde estás paz, quiero soñarte,

en que cruce del camino te quedaste,

ya no estás con nosotros, te escondiste,

quisiera de nuevo encontrarte.

 

La granada y la metralla te ausentaron,

la milicia y el narcotráfico te llevaron,

coche bomba y balas contra ti atentaron,

gobiernos de narco-políticos te flagelaron.

 

Dónde estás paz, que no te encuentro,

tu presencia ya no está en mi Pueblo,

no vives en la calle ni en el crucero,

no habitas ni en el rico ni en el pordiosero.

 

¿Paz, cuándo vienes a vivir conmigo?,

el otro y yo a ti te queremos,

el otro y yo buscamos estar contigo,

el otro y yo por poco no amanecemos.

 

La sierra parte en pedazos los cuerpos,

la granada estalla en mil fragmentos,

las balas malditas causan miles de muertos,

y los jefes dementes ríen contentos.

 

Un hermano nuestro queda acribillado,

el hermano se ha ensañado,

dos Caínes se han encontrado,

uno es narco y el otro es soldado.

 

Odio, locura, violencia y muertes,

son las leyes de los “Caínes”,

en esta guerra mueren inocentes,

es la muerte de los “Abeles”.

 

La sangre queda en la calles,

la cubren con pala, tierra y cal,

los mudos testigos son las cruces,

y las vidas juveniles se nos van.

 

Dónde estás paz que no te encuentro,

vives en mi mente y en mi recuerdo,

cuándo vuelves a mi desierto,

o ya sólo te volveré a ver en lo eterno.

 

“Día vendrá en que amanezcas y no anochezcas,

o anochezcas y no amanezcas”

-Dijo Fray Luis de Granada –

Palabras que nunca había sentido tan cercanas.

 

Me acojo a ti Dios mío,

con el cántico evangélico:

“Sálvanos, Señor despiertos,

protégenos mientras dormimos”.