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El mundo de los cuentos

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El mundo de los cuentos

Tlamatinime
El mundo de los cuentos
(A propósito de los candidatos presidenciales)
Por: Eusebio Ruiz Ruiz

Había una vez, hace muchos, muchos años, en un país muy lejano, los políticos eran personas serias, responsables, honestas, inteligentes, serviciales, trabajadoras y con ideas, en la actualidad es difícil palpar una virtud en algún político.
Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya Cortés, José Antonio Meade Kuribreña y Margarita Ester Zavala Gómez del Campo se quedaron muy cortos en sus comentarios, zancadillas y enredos, a comparación de Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, que con sus mañas se pudo cuentear al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
No conforme con lo anterior, su candidatura se convierte en una burla no sólo para el Instituto Nacional Electoral sino para todos los mexicanos.
El Tribunal Electoral queda como una muestra de que la autoridad está al servicio del más mañoso.
“El Bronco” sabe que no va a ganar, tiene conocimiento de que aparecerá en la boleta únicamente para restar votos “a ya sabes quién” y para beneficiar… ¿a qué candidato cree?, en fin, se llevará su muy buena “tajada”, si el candidato al que sirve El Bronco llega a la silla presidencial, quizás lo veremos con un muy buen hueso en el sexenio que se avecina.
Por eso desde esta humilde columna comparto mi pensar: NINGÚN VOTO PARA EL BRONCO.
Esta clase de hechos y de personas me recuerdan las palabras del poeta español León Felipe:
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad.
Pero me han dormido con todos los cuentos.
Y me sé todos los cuentos.

Sin embargo quiero platicarle el cuento que sí cambio la historia de un pueblo, también lo contó un político, pero ese hombre que estaba involucrado en la política, además era MAESTRO, se llamó James Aggrey, se los dedico a todos los que de verdad trabajan en el aula de una escuela, especialmente a esos con los que comparto la mañana y la tarde de cada día.
El filósofo y teólogo brasileño Leonardo Boff narra en una de sus obras esta historia. Ghana, un pequeño país del África Occidental, era colonia de Inglaterra, a la mayoría de la población no le parecía la colonización. Llegó el día en que los líderes del pueblo se reunieron y decidieron buscar caminos de liberación.
Las opiniones eran tres: El uso de las armas, seguir viviendo como colonia y buscar una solución política.

James Aggrey, político y EDUCADOR, tomó la palabra y dijo:

Érase una vez un campesino que fue al bosque cercano a atrapar un ave para mantenerla cautiva en su casa. Consiguió capturar una cría de águila y la puso en el gallinero con las gallinas. Comía maíz y la ración propia para las gallinas, aunque el águila fuese la reina de todas las aves.

Después de cinco años, este hombre recibió en su casa la visita de un naturalista. Mientras paseaba por el jardín, dijo el naturalista:

– Ese pájaro no es una gallina. Es un águila.

– Cierto- dijo el campesino. Es un águila. Pero yo la críe como gallina. Ya no es un águila. Se transformó en gallina como las otras, a pesar de las alas de casi tres metros de extensión.

-No- insistió el naturalista. Es y será siempre un águila, pues tiene corazón de águila. Este corazón la hará un día volar a las alturas.

-No, no- insistió el campesino. Ya se volvió gallina y jamás volará como águila.

Entonces, decidieron hacer una prueba. El naturalista tomó el águila, la levantó bien alto, y desafiándola dijo:

-Ya que de hecho eres un águila, ya que perteneces al cielo y no a la tierra, entonces, extiende tus alas y vuela.

El águila se posó sobre el brazo extendido del naturalista. Miraba distraídamente alrededor. Vio a las gallinas allá abajo, picoteando los granos, y saltó junto a ellas.

El campesino comentó:

-Ya le dije, ¡se convirtió en una simple gallina!

-No- volvió a insistir el naturalista. Es un águila. Y un águila será siempre un águila. Vamos a probar de nuevo mañana.

Al día siguiente, el naturalista se subió con el águila al techo de la casa. Le susurró:

-Águila, ya que eres un águila, ¡abre tus alas y vuela!

Pero cuando el águila vio allá abajo a las gallinas, picoteando el terreno, saltó y se fue junto a ellas.

El campesino sonrió y volvió a la carga:

-Yo ya se lo había dicho. ¡Se convirtió en gallina!

-No- respondió firmemente el naturalista. Es águila, poseerá siempre corazón de águila. Vamos a intentarlo una última vez. Mañana la haré volar.

Al día siguiente, el naturalista y el campesino se levantaron muy temprano.

Agarraron el águila y la llevaron fuera de la ciudad, lejos de las casas de los hombres, en lo alto de una montaña. El sol naciente doraba los picos de las montañas.

El naturalista levantó el águila en alto y le ordenó:
-¡Águila, ya que eres un águila, ya que perteneces al cielo y no a la tierra, abre tus alas y vuela!
El águila miró alrededor, mientras temblaba como si experimentase una nueva vida, pero no emprendió el vuelo. Entonces el naturalista la agarró firmemente, orientándola hacia el sol, para que sus ojos pudiesen llenarse de la claridad solar y de la vastedad del horizonte.
En ese momento, abrió sus potentes alas, graznó con el típico kau-kau de las águilas y se irguió, soberana, sobre sí misma. Y comenzó a volar hacia lo alto, a volar cada vez más alto, más y más, hasta confundirse con el azul del firmamento…
Cuando Agrrey terminó el cuento exclamó:
¡Hermanos y hermanas, compatriotas! Nosotros fuimos creados a imagen y semejanza de Dios!, pero hubo personas que nos hicieron pensar como gallinas. Muchos de nosotros aún pensamos que somos efectivamente gallinas. Pero nosotros somos águilas. Por ello, compañeros y compañeras, abramos las alas y volemos. Volemos como las águilas. Jamás nos contentemos con los granos que nos arrojen a los pies para rebuscar en la tierra.
Terminada la intervención de James los líderes optaron por organizarse política y pacíficamente e iniciar su liberación, ésta idea fue la que triunfó bajo el liderazgo de Kwame N. Krumah.
Este fue el cuento que cambió la historia del pueblo de Ghana.
¿Quién será el que narre el cuento para cambiar nuestra historia y haga a un lado a todos esos cuenteros?
Es un deber de todo maestro formar al pueblo mexicano para que podamos cambiar nuestra historia, el político nunca realizará esta tarea, simplemente no tiene autoridad ni es capaz, los docentes sí pueden.