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¿Cerca De Tocar Fondo? El caso Venezuela Por: Rafael Torres Raba

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¿Cerca De Tocar Fondo? El caso Venezuela Por: Rafael Torres Raba
Foto de : Telesur

¿Cerca De Tocar Fondo? El caso Venezuela

Por: Rafael Torres Raba

En la escuela nos enseñaron que una de las principales razones para estudiar historia es entender nuestra situación actual y para no repetir los errores del pasado; sin embargo, siempre será difícil entender nuestra situación actual y, tristemente, se ha comprobado que el ser humano sigue tropezando constantemente con la misma piedra.

Desde hace muchos años hemos escuchado sobre la crisis venezolana, referencias han sido hechas al actual Presidente electo en México para evitar políticas populistas como las que ha propuesto hoy a nuestros hermanos latinoamericanos de Venezuela en una de las crisis más trágicas registradas en América.

No pretendo hablar de economía, de la hiperinflación que se registra, de la narco-alianza que con el gobierno se está gestando, y menos aún de la criptomoneda a la que se pretende indexar el Bolívar, sino de la crisis de derechos humanos que se está registrando y de la que poco y nada hace la comunidad internacional.

Personalmente, soy un ferviente convencido de que la virtud se encuentra en el justo medio, como Aristóteles lo concebía, así como en el deporte del tiro con arco, acierta quien centre más su tiro, es ahí donde el reto se encuentra, en encontrar el justo medio. La democracia si bien ha probado ser la forma de gobierno más difícil de corromper, personalmente estoy convencido que las mayorías también se equivocan, pero es menos probable que eso suceda a que se logre corromper a un puñado o a una sola persona, pero para ello, considero que se requiere de una población educada que entienda o que al menos reflexione la razón de su sufragio, a fin de que pueda sortear las tribulaciones de los engaños y falsos paraísos que ofrecen quienes pretenden ganarse el favor de su voto. Normalmente el origen de la mayor parte de nuestros problemas se resuelve con educación, no recuerdo la última discusión de este tipo que no haya terminado con “…lo que se necesita es educar a la gente”. En efecto, para que funcione adecuadamente la democracia se requieren ciertas premisas que garanticen precisamente que el mejor sea quien llegue al gobierno, entre ellas, que a quien se pretenda elegir no lo haga con base en engaños que logren engatusar a los votantes con soluciones aparentemente sencillas a nuestros grandes problemas.

Las democracias sin duda se equivocan, y la elección de Hugo Chávez en su momento su prolongación en el gobierno por 14 años, la patética continuidad de su legado por parte de Nicolás Maduro son prueba irrefutable de que las democracias se equivocan. Hoy, el pueblo venezolano lamenta profundamente aquella primera elección ganada por el Comandante Chávez quien habría ganado la elección con un 56% de preferencias electorales, aquel candidato que prometió entregar su mandato en 5 años y que sin embargo se perpetuó en el poder hasta su muerte, pero lo peor fue haber dejado un grupo de sanguijuelas que sólo se han aprovechado para chupar la sangre que corre hoy por las calles venezolanas.

El electorado lamenta hoy haber caído en la falsa realidad de un gobierno que prometía prosperidad y esperanza, pero que en su lugar, sólo ha dejado un mar de pobreza, escasez de alimentos y medicinas, sin acceso a servicios básicos como agua y electricidad, inseguridad y delincuencia producto de la desesperación y la lucha por la supervivencia.

Hoy se pueden ver imágenes desgarradoras de la población metiendo lo poco que puede caber en una maleta y lanzarse a la travesía de cruzar a pie el país, para llegar a cualquier otro lugar donde la miseria de la gente allegada al poder no los alcance, a pesar de las amenazantes voces que los persiguen diciéndoles que perderán las propiedades que se encuentren deshabitadas, probablemente el patrimonio generado por generaciones de trabajo diario de una familia, “…Pero qué más da perderlo”, se escucha “¿De qué me sirve tener un lugar para vivir, si en él ya no se puede vivir?”

No dejo de pensar en la hipocresía de la comunidad internacional que ha cerrado los ojos, de esa cobarde postura de la Doctrina Estrada que limita el intervencionismo internacional en casos de gobiernos ilegítimos, y que ha servido de base para exacerbar la estúpida idea de soberanía de países en manos de auténticos tiranos que ni en el peor cuento de Disney pueda encontrarse, porque en estos no se ve la crudeza que lleva al ser humano acabar con el otro.

Y es que no debemos de olvidar que, al final, lo único importante es la gente, y es ahí donde no debemos de quitar el dedo del renglón; porque no importa la nacionalidad, el idioma, la religión, el color de la piel, el género o la preferencia sexual, lo que el gobierno tiene que proteger es al hombre, no como género, sino como especie, ahí están los derechos humanos y nada ni nadie debe de trastocarlos sin que el repudio internacional se haga escuchar.

Porque tampoco caigamos en el maniqueísmo de que el capitalismo es la panacea, porque si bien uno de sus pilares lo constituye el premiar el esfuerzo y recompensar lo que genere un valor, ello trae de sí el que todas las personas han sido dotadas de las mismas capacidades, oportunidades y habilidades, situación que resulta falsa y profundamente egoísta. Y ello, se ve no sólo a nivel individual, sino también a nivel internacional, de ahí que hoy se vean esfuerzos pírricos para salvar a la gente de la tiranía en la que se ve envuelta Venezuela.

Esas voces en que se promete un socialismo que acabe con las diferencias sociales, no es un llamado indiscriminado hacia la igualdad (o a la equidad), pues no es más que un espejismo que trae detrás la falsa promesa de una mejoría para acrecentar la riqueza del que no la tiene, sino una igualdad para decrecer la riqueza del que la tiene, así se ha visto siempre en los países que le dan la espalda al capitalismo y a la sociedad del esfuerzo.

La referencia no es para menos, la población venezolana se estima de unos 31 millones de personas, y según cifras de la ONU, en 2017 más de 1.6 millones de personas habrían emigrado a otros países vecinos, ya no es raro encontrarse en México con compañeros de trabajo, amigos o conocidos de origen venezolano. Sin embargo, estas cifras suenan conservadoras, pues sólo en Colombia hay ya más de 1 millón de venezolanos, lo que implica un costo adicional para el gobierno estimado en un 1% de su PIB; de hecho información no oficial centra el número de desplazados en más de 4 millones, lo que implicaría que más de un 10% de la nación venezolana actualmente no reside más en su país. Esto, por supuesto ha traído como consecuencia que en los propios países vecinos, como Brasil, Ecuador, Perú y Colombia, broten protestas anti-venezolanas, pues esto supone una competencia mayor por los puestos de trabajo, por acceso a recursos y todo lo que conlleva recibir en poco tiempo a cientos de miles de personas en busca de un refugio.

Si ya sé que comparar Venezuela con México es absurdo, dirán; “La fortaleza institucional de Mexico no lo permitiría”, y sin embargo, retumba en mi mente aquel reclamo de ya saben quien que enérgicamente gritaba “¡Al Diablo con las Instituciones!”; o también me dirán que “El lema de Sufragio Efectivo, No Reelección, es intocable y esencia de la política mexicana”, pero esa misma penetración tenía el que la industria Petrolera era de la Nación desde Lázaro Cárdenas, pero hace apenas unos cuantos años eso cambió y ahora la industria petrolera está en manos privadas y en muchos caso, en manos de extranjeros; también me dirán “Somos frontera con Estados Unidos, ellos no lo permitirían”, pero el actual Presidente de nuestro vecino del Norte, no deja de alentar la construcción de un muro que nos separe en definitiva, no dejando de incitar entre sus ciudadanos la discriminación con discursos xenófobos en contra de los latinos, que, dicho sea de paso, tampoco han hecho nada por defender al pueblo venezolano por no mantener una política Democrática.

La preocupación no es gratuita, aprendamos de la historia y no cometamos en México los mismos errores cometidos en Venezuela, pues hoy, he comenzado a ver caer una a una las promesas de campaña del futuro Presidente de México, y no puedo más que hacer referencia a lo que ya sucedió y está sucediendo en otras latitudes. Así que, no nos confiemos en que eso no pasará, mantengamos bien abiertos los ojos y que retumben las voces que detengan cualquier intento por seguir aquellos lamentables pasos dados por otros.

 

2 COMENTARIOS

  1. Amigo le sugiero leer sobre la historia de Venezuela, la dependencia de Venezuela del petróleo es algo que empezó desde hace 100 años, no colapsó por el ‘socialismo’

    • Muchas gracias por el comentario. Estudiaré el tema, aunque no en mi punto de vista, el colapso de Venezuela, como usted lo llama, no es consecuencia de la “petrolización” de su economía, sino de una pésima gestión gubernamental en la economía.
      Recibo con gusto su comentario y agradezco la molestia que se tome para hacerlos, los recibo con mucho interés.

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