Home Opinión Eusebio Ruiz Ruiz Aportaciones de los religiosos a la ciencia

Aportaciones de los religiosos a la ciencia

0

 

Por: Eusebio Ruiz Ruiz.

A lo largo de la historia, algunos hombres del hábito y la sotana han brillado por sus aportaciones a la ciencia, para ellos la fe y las verdades científicas pueden ir de la mano, han hecho realidad lo escrito en los libros sapienciales: “el hombre sabio ama y busca la verdad”, e incluso –como decía el jesuita Teilhard de Chardin-han encontrado en el trabajo científico una forma de adoración a Dios y de alimento espiritual.

Los monjes no sólo evangelizaron, también fueron fundadores de escuelas, aportaron nuevas técnicas agrícolas y ganaderas, investigaron en materias científicas, se dedicaron a copiar obras griegas y romanas, razón por la que hoy se conservan una gran cantidad de escritos antiguos.

Para los religiosos medievales, la civilización del mundo es voluntad del Espíritu de Dios, sabemos que el uso honesto de la ciencia juega un papel importante en el progreso de la humanidad y que Dios no se opone a que el hombre avance.

Las escuelas del medievo, que al paso del tiempo fueron las universidades de Europa, eran instituciones que se encontraban en las catedrales y en los conventos, los maestros eran clérigos e impartían las siete artes liberales, divididas en el trívium (gramática, dialéctica y retórica) y el quadrivium (aritmética, geometría, música, astrología –más tarde astronomía-). Fue en estas escuelas eclesiales en donde se abrió el camino para la ciencia moderna.

El brillante economista Joseph Schumpter, sostiene que los escolásticos católicos medievales son merecedores del título: “fundadores de la economía científica”.

Jesuitas, dominicos, franciscanos, agustinos, entre otros, han contribuido al avance de la ciencia, y con ello al avance de las sociedades.

Thierry de Chartres (muere por el año 1155), clérigo francés, miembro de la Escuela Catedralicia de Chartres, fundadada por el obispo Fulberto en el año 990, escribió la gran enciclopedia denominada “Heptateuchon”, que trata sobre las 7 artes liberales.

El obispo franciscano Robert Grosseteste (c. 1168 ó 1175–1253) poseía un dominio de las ciencias de su tiempo, fue el primero que escribió los pasos necesarios en la realización de un experimento científico.

San Alberto Magno (1193-1280), religioso dominico, dedicado al magisterio en varias ciudades de Alemania y en París. En su tiempo se le consideró como una autoridad en física, geografía, astronomía, mineralogía, botánica, zoología, fisiología, medicina, lógica, metafísica, biología, psicología y alquimia;  es el descubridor del arsénico. Conocido como el “Doctor universal”; el Diccionario de Biografía Científica lo califica como “profundo conocedor de todas las ramas de la ciencia, uno de los más famosos precursores de la ciencia moderna en la Alta Edad Media”.

Johannes de Sacrobosco (c.1195-1256), monje agustino, astrónomo y matemático, en sus escritos trata sobre la división del día, de la semana, el mes, los años y los relaciona con el calendario eclesiástico, también habla sobre el movimiento de los planetas, el fenómeno de los eclipses y las propiedades de la esfera celeste. Cabe destacar que a uno de los cráteres lunares se le asignó su nombre y que 35 de los cráteres de la Luna llevan el nombre de sacerdotes–científicos de la orden jesuita.

Roger Bacon (1214-1292), franciscano, filósofo, científico y teólogo. Gracias a sus estudios de astronomía detectó los errores del calendario juliano y del sistema ptolemaico. Precursor del método científico moderno. En sus escritos hay adelantos sobre el microscopio, telescopio, aviones, barcos y coches, además de una teoría explicativa sobre el arcoíris.

Jean Buridan (1300-1375), fraile franciscano, se anticipó a la Primera Ley del Movimiento (o ley de la inercia) de Newton. Afirmaba que el ímpetu inicial era suficiente y que una vez suministrado continuaba de manera indefinida.

Nicolás Oresme (1325 -1382), obispo francés, matemático, físico, astrónomo, filósofo, teólogo, economista. Concluye que el movimiento rotativo de la tierra es compatible con la doctrina bíblica. En física prepara el camino a la cinemática de Galileo Galilei.

Luca Pacioli, nace entre 1445 y 1447, muere por el año 1514, fraile franciscano, matemático, “padre de la contabilidad”, profesor en varias ciudades de Italia, es uno de los precursores del cálculo de probabilidades. Aportó a la contabilidad organización y sistematización, en una de sus obras habla ampliamente sobre el método de la “partida doble”.

Fray Bernardino de Sahagún nació entre el año1498 y 1500, murió en el 1590, sacerdote franciscano, fiel cumplidor de su ministerio, se dedicó a la enseñanza y a la investigación, se le atribuye la paternidad de la investigación etnohistórica y social americana, máximo investigador de la cultura náhuatl, su labor investigativa forma parte importante de nuestra herencia cultural.

Johann Gregor Mendel (1822-1884), sacerdote agustino, padre de la genética moderna, sus estudios sobre botánica fueron fundamentales para formular las leyes de la herencia biológica, conocidas como las “leyes de Mendel”. Los experimentos que realizó con plantas leguminosas constituyen el punto de partida de la genética moderna.

         En el libro “Los jesuitas y la ciencia. Una tradición en la Iglesia, de Agustín Udías Vallina, se habla de 361 sacerdotes-científicos pertenecientes a la orden religiosa fundada por san Ignacio de Loyola, de los cuales 50 son matemáticos, 44 físicos, 109 astrónomos, 70 geofísicos, geólogos y meteorólogos, 4 químicos, 21 biólogos, 39 naturalistas, geógrafos y cartógrafos y 24 exploradores.  Vale la pena destacar a algunos de estos científicos católicos.

Giambattista Riccioli (1598-1671), sacerdote jesuita, catedrático, astrónomo, cartógrafo, selenógrafo y teólogo, es conocido como el primero que midió el índice de aceleración de un cuerpo en caída libre. Pionero de la astronomía lunar, realizó un estudio telescópico de la Luna en compañía del también jesuita, el padre Grimaldi.

El sacerdote jesuita Athanasius Kircher (1601–1680), uno de los científicos más importantes de su época. Escribió sobre geología, astronomía, geografía, química, bacteriología, magnetismo, historia, óptica, acústica, matemáticas, lingüística, criptología, sinología y egiptología. Inventó dispositivos de espionaje, megáfonos y máquinas musicales (el piano de gatos), precursor de la terapia musical. Elaboró la “linterna mágica”, antecesora de los proyectores de cine; creó una especie de máquina de escribir, construyó el primer termómetro de mercurio.

Francesco María Grimaldi (1618-1663), jesuita italiano y matemático, es el descubridor de la difracción de la luz.

El obispo misionero Niels Stensen (1638-1686), padre de la geología, médico, experto en anatomía, considerado como polímata, modelo de santidad, beatificado en 1988 por el hoy santo, Juan Pablo II.

Roger J. Boscovich (1711–1787), sacerdote jesuita, físico, astrónomo, matemático, filósofo, diplomático, poeta y teólogo. Descubre la ausencia de atmósfera en la Luna; en la astronomía contribuye con el primer procedimiento geométrico para determinar el ecuador de una rotación de la Tierra y la órbita de un planeta, además inicia con los estudios sobre la teoría atómica. Según el investigador Joseph Mac Donnel, Boscovich ofreció “la primera descripción coherente de una teoría atómica”.

Teilhard de Chardin (1881-1955), sacerdote, filósofo, geólogo y paleontólogo; luchó para que el fósil “sinántropo pekinense” fuera catalogado entre los humanos. En París fue director del Centro Nacional de Investigación Científica y en 1951 ingresó a la Academia de Ciencias de Francia.

Al sacerdote y astrofísico George Lamaitre (1894-1966) se le atribuye la paternidad de la teoría del big bang, que él llamó “del átomo primitivo”, hoy se le conoce como “el bosón de Higgs” o “partícula de Dios”.  Al inicio sus estudios no fueron aceptados porque se pensaba que únicamente pretendía relacionar la ciencia con la religión, al paso del tiempo la comunidad científica terminó por aceptar sus descubrimientos, que tenían como base las observaciones del astrónomo Edwin Hubble. Necesario es aclarar que el científico Peter Higgs propuso en 1964 esta teoría de Lamaitre, sin embargo el sacerdote la había propuesto 33 años antes.

Roberto Busa (1913 – 2011), sacerdote jesuita, lingüista, filósofo e informático, padre del lenguaje informático. El periodista Stefano Lorenzetto escribió en el Observatorio Romano: “si existe una santidad tecnológica, creo haber tenido el privilegio de encontrarla: tenía el rostro del Padre Busa… Si navegas en Internet, se lo debes a él, si pasas de un sitio a otro haciendo clic con los enlaces marcados en azul, se lo debes a él. Si usas el PC para escribir mails y documentos de texto, se los debes a él”.

Fe y ciencia, ambas dan vueltas y vueltas en nuestro cerebro. Si Dios nos dio la fe, la inteligencia y la ciencia, ¿por qué tiene que haber contradicción –como muchos piensan- entre estos dones divinos? Los hombres de fe y de ciencia que en este comentario he citado son modelo de vida cristiana porque unieron los dones que Dios les dio: Fe y su capacidad de hacer ciencia.

Termino con las palabras del premio nobel de Física 1932, Werner Karl Heisenberg: “El primer trago de la copa de las ciencias naturales te volverá ateo; pero en el fondo de esta copa te espera Dios”.