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Anécdota de un matemático

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Anécdota de un matemático

Anécdota de un matemático

(A propósito de las olimpiadas)

Por: Eusebio Ruiz Ruiz.

La historia de la filosofía nos cuenta que, en alguna ocasión, Pitágoras llegó a la ciudad de Fliunte, fue consultado por el tirano Leonte acerca de su labor, el filósofo, matemático y astrónomo tuvo la oportunidad de compartir sus conocimientos con el gobernante. 

Leonte quedó admirado de los conocimientos, elocuencia e ingenio de Pitágoras, exclamando: “He aquí un verdadero sabio”, a lo que el filósofo respondió: “Señor, no soy maestro en arte alguna, tampoco soy un sabio, sino alguien que ama y aspira a la sabiduría, me dedico a la filosofía”.                                                                 

El tirano quedó maravillado con la nueva palabra pronunciada por Pitágoras, “filosofía”, quiso conocer más sobre ella, y de cómo distinguir a los filósofos de las demás personas.                                                                                              

Pitágoras le explicó: La vida es como los juegos olímpicos, a ellos acuden tres tipos de personas: los atletas, que compiten por la gloria del premio; los comerciantes, que van a comprar y vender; y los espectadores, que sólo asisten para ver los juegos, siendo indiferentes a los aplausos y al lucro.  Así es el mundo, unos buscan la fama y otros el dinero, pero un tercer grupo se dedica a la contemplación de la naturaleza, por amor a la sabiduría, éstos últimos son los filósofos.

Aunque las olimpiadas actuales son muy diferentes a las que se refiere Pitágoras, sobre todo por la pandemia y sus consecuencias, creo que la anécdota nos puede dejar algunas enseñanzas.

En la vida, algo debemos de aprender de los atletas, de los comerciantes y de los espectadores.

Como los atletas, debemos competir por los premios que la vida pone a nuestra disposición: la salud, la felicidad, la armonía en la familia, la alegría, el optimismo, la paz, la serenidad, la plenitud, la libertad, el contagioso amor, lavocación…, nada de esto se consigue sin esfuerzo y lucha continua –así como el atleta que para obtener el premio tiene que ser asiduo en el entrenamiento?.

El comerciante compra y vende para tener una utilidad, debemos buscar de manera lícita nuestro ingreso, que nos permita conseguir los bienes materiales que la vida nos exige, el trabajo es el medio, no hay de otra, tenemos que trabajar.  Con el trabajo nos ganamos el pan de cada día, sin la faena diaria no hay ingresos económicos, y sin pesos la situación se torna muy difícil. Además, gracias a que trabajamos ponemos nuestro granito de arena para que la sociedad en la que vivimos progrese.

En buena parte, la realización y la dignificación de la persona se debe al trabajo que realiza. Las actividades laborales hacen crecer interiormente, beneficia al que trabaja y los beneficios se van en cadenita hacia otras personas.

Sin lugar a dudas el trabajo es loable, incluso la enseñanza católica lo ve como un medio de santificación, pero cuidado con el vicio por exceso que recibe el nombre de activismo, éste nos lleva a trabajar de manera desenfrenada, y lo que es un medio se convierte en un fin, se trabaja hasta quedar vacío y hastiado.

 Del filósofo que se dedica a la contemplación, debemos poner en práctica la capacidad de asombro ante las cosas que la vida nos regala, por ejemplo, admirarnos por el milagro de cada despertar, manifestar nuestra gratitud por la bendición del alimento en la mesa, contemplar la naturaleza, esto ayuda mucho para no convertirnos en seres mecanizados por la rutina, no se trata de ir pasando por la vida, sino de valorarla y vivirla.

En el campo de filosofía y en la vida ordinaria, la anécdota de Pitágoras con Leonte deja claro que el filósofo no es un sabio, es alguien que ama la sabiduría, aspira a ella, anda en búsqueda de la verdad, no la posee, no es su dueño. 

El diálogo entre el filósofo y el tirano nos enseña la importancia de la humildad, virtud que todos debemos practicar, no es correcto vanagloriarnos de lo que conocemos.  La humildad permite mantener nuestro espíritu abierto a nuevos conocimientos.

Siempre es importante recordar y ser conscientes que, aunque conozcamos mucho, siempre será mayor lo que ignoramos. Recordemos lo que Isaac Newton dijo alguna vez al respecto: “Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano”. O como dijo Tomás Hemerkem de Kempis: “si te parece que sabes muchas cosas, ten presente, no obstante, que es mucho más lo que ignoras. No te enorgullezcas”.

La anécdota nos enseña que la verdad debe estar por encima de otros intereses como la fama y el dinero.

Cambiando de tema, y ya que estamos hablando del filósofo de la isla de Samos, vamos a ver qué le parece esta poesía titulada “El amor imposible de Pitágoras”, el autor es Eduardo Robles Boza.

Busco la raíz cuadrada del problema que yo tengo:

El amor a tu belleza como resultado encuentro,

mas divido la esperanza porque tú a mí no me quieres,

una resta, un quebrado y se pierde el exponente.

Somos la desigualdad del alma de la ecuación:

Yo te quiero en un entero, tu ni siquiera en fracción.

Quise tomar un binomio, quise a tu lado estar junto,

y vacío quedo el conjunto: das tu amor en polinomio.

No es amor por interés el que siento yo por ti,

es una regla de tres que saqué cuando te vi.

Si dos seres son dichosos,

yo contigo soy feliz

Tú eres la incógnita extraña de mi pobre inecuación:

No hay igualdad de cariño, ni el menor signo de amor;

restaste las esperanzas de una unión de primer grado,

que te ofrecía en potencia con un bello resultado.

De residuo ha quedado un amor hecho quebrado,

una intersección fallida, un problema mal planteado.

No hay relación ni elementos que justifiquen mi vida;

no tengo en tu ser cabida.

Por eso parto,

no espero,

y así seguiré el camino,

hasta convertirme en cero.