Steven Spielberg ya había realizado un musical en su carrera. Entonces, 1941 funcionaba como una sátira política de la tensión que rodeó a la segunda guerra mundial, pero, con esta, una adaptación del musical West Side Story del 57’, Spielberg cuenta una historia de su infancia, un relato cercano sobre la identidad, la esperanza y el amor.
Amor Sin Barreras es una obra hecha al puro estilo de Spielberg, con el minucioso cuidado de cada detalle técnico, un inmenso diseño de producción y una trama que carga un importante mensaje social. A su vez representa un regreso nostálgico y entretenido de uno de los directores emblema de Hollywood a uno de los géneros consentidos de la industria.
El legendario director estadounidense sitúa la cámara en los barrios de Nueva York, pero en vez de contar una historia dramática llena de tensión, lo que narra es un musical frenético acerca de la guerra de bandas neoyorquinas, entre los migrantes europeos y los puertorriqueños que recién llegaron a tierras norteamericanas.
La adaptación del clásico de los años cincuenta nos aproxima al racismo americano y a la tensión disparada entre la sociedad, sin embargo, el arco principal se encuentra justo en medio del conflicto, el romance entre una chica soñadora de Puerto Rico y un joven ex convicto de orígenes polacos.
Bajo esa premisa, la audiencia podría pensar que se trata de una historia de amor, y, puede que lo sea, pero no se detiene ahí, puesto que nos recuerda lo difícil que es ser feliz en un entorno así de hostil.
El musical no es el género predilecto de la audiencia, no obstante, con Amor Sin Barreras, Spielberg regresa a la silla de cineasta cargado con lo que mejor sabe hacer: dar espectáculo.
Por: Juan Aguillón
