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ADN Culé: Una identidad perdida

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ADN Culé: Una identidad perdida

por: Nazario Assad

Més que un club, bajo ese slogan se jacta el Futbol Club Barcelona de ser una institución distinta, de ser un club al que simplemente ganar no le basta, al que le importan las formas y los modos, y que tiene una identificación con sus asociados mucho más profunda que la mayoría de los equipos de Europa, por el entorno histórico social que rodea al club y el fenómeno cultural que representa.

Catalanes, pero futbolísticamente de una ideología primordialmente holandesa, con exponentes en el banquillo como Rinus Michels y Johan Cruyff, quienes plasmaron sus ideas de juego y establecieron una forma de trabajar institucional tan profunda que sentaron los cimientos de club como lo conocemos hoy, obviamente para su ideal de funcionamiento.

Un futbol de corte ofensivo, de buen trato al balón, de posesión del mismo, promoviendo la producción de jóvenes canteranos que durante su estancia en inferiores se nutran de una educación delicatesen del futbol base para que cuando lleguen al primer equipo puedan rendir y arropar a los cracks consolidados para competir en el máximo escenario tanto local como europeo.

Después de algunos éxitos locales y dos campanadas europeas con los holandeses Cruyff y Rijkaard en el banquillo, la cúspide de esta filosofía llegó al momento de conjuntarse la mejor camada de jugadores del futbol español, y al posiblemente mejor jugador de la historia Lionel Messi, con el mejor alumno de Johan Cruyff y exjugador emblemático del equipo ahora en la dirección técnica, Pep Guardiola. Una tormenta perfecta para el club, e histórica dentro del fútbol mundial con su mágico año 2009 donde se convirtieron en el único equipo en ganar 6 títulos dentro de 1 año.

Lastimosamente para el club, sus éxitos han estado muy ligados a la estabilidad directiva de un club que al manejarse por socios y estar en constantes procesos electorales, que la mayoría de las veces resultan en algo perjudicial para el club, siendo las únicas gestiones directivas estables y adecuadas, las encabezadas por Jose Luis Nuñez y la de Joan Laporta.

La última década, el club catalán ha visto un vuelco de 180 grados en su modelo, un club acostumbrado y orgulloso de jugar con los suyos, de ser lo opuesto de un Real Madrid que contrataba galácticos para competir a base de billetazos, que le dolían ver salir una que otra estrella de La Masía como lo fue con Cesc Fábregas en su momento y que acabaron haciendo todo por verlo volver, hoy el Barcelona ha abandonado a su cantera por completo, tapándoles cualquier oportunidad de juego, y llenando esos espacios con una cantidad impensada de fichajes y gastos exorbitantes, iniciados por la presidencia de Sandro Rosell, y después por el actual presidente, Josep Maria Bartomeu, quién incluso recientemente se ha visto envuelto en un escándalo de uso del dinero del club para pagos a medios de comunicación que se dediquen a hacer campaña y hablar mal de los símbolos y ex jugadores del club que son de relevancia para el barcelonismo.

Durante los últimos 10 años, el Barcelona se ha comportado más como el Real Madrid que el mismo Real Madrid, el club catalán registró un gasto bruto por concepto de fichajes por $1,398.77 millones de euros, y un gasto neto de $591.11 millones de euros, mostrando también que no han sabido dar salida de manera correcta a sus jugadores, devaluándolos sin poder recuperar porcentajes importantes de lo invertido, creándoles problemas financieros que ahora acusan.

Por otro lado, su archirrival Real Madrid, durante el mismo periodo registró un gasto bruto en fichajes por $1,166.25 millones de euros, con un gasto neto $442.30 millones de euros, en el que han optado por renovar el plantel con las mejores jóvenes promesas a nivel mundial gradualmente, y a su vez, dándole salida por buenas cantidades de dinero a jugadores de alto perfil en el club como Cristiano Ronaldo, Ozil, Higuaín, Di María, Morata, Kovacic, entre otros.

Nombres como Thiago Alcántara, Mauro Icardi, Marc Bartra, Adama Traoré, André Onaná, Alejandro Grimaldo, Marc Cucurella, Dani Olmo, Xavi Simmons, Eric García, Carles Perez, Takefusa Kubo y Marco Asensio, son algunos de los que han sido víctimas la política instaurada por Rosell y Bartomeu en esta década, al cargarse a toda joya de la Masía o jugador joven perteneciente al Barcelona.

Maquillado principalmente por un triplete en 2015, comandado por Messi, Suarez y Neymar, dirigidos por Luis Enrique, el Barcelona no supo ver las señales de alerta que se les ponían en el camino, especialmente con la partida de Neymar al PSG, dejando creer a la directiva que por arte de magia encontrarían un sustituto, enfocándose obsesivamente en eso en lugar de arropar con jóvenes a las estrellas que ya tenían y que estaban envejeciendo, recibiendo goleadas cada año en el firmamento europeo, especialmente las recibidas en Roma, Liverpool, ahora la más reciente, escandalosa, y dolorosa, que marca a toda costa un fin de ciclo que no se quería reconocer, el humillante baile recibido a manos del Bayern con ese 8-2 en la Champions League.

Barcelona requiere una renovación de raíz y una directiva que entienda los valores y las raíces que han acercado al club a competir y ganar, porque una goleada como esta que recibieron, pero cayendo con tus convicciones se afronta de manera muy distinta, a cuando caes así renunciando también a tu propia esencia de juego. Nombrar a Koeman, correr a Abidal y Setién, así como vender solo uno que otro jugador es solamente poner una bandita en la herida o querer tapar el sol con un dedo, ya que la incertidumbre se mantendrá al menos hasta 2021, que se realizarán las nuevas elecciones dentro del club, y el rumbo del equipo dependerá del proyecto deportivo del presidente electo, sin tomar ninguna consideración a lo que hagan durante la siguiente temporada.

Messi es el mejor jugador de la historia del club, y sigue siendo de los mejores del mundo, pero realísticamente le quedan 2-3 años de carrera, quien busque recuperar la identidad y rumbo del club lo debe tener claro, y hacérselo saber a Messi, que su rol debe cambiar y él lo debe reconocer y aceptar, volverse un mentor para la nueva generación y un socio más para las estrellas jóvenes y consolidadas, como otros lo fueron con él en su momento, y no buscar ser más el protagonista del show, ya que no se debe repetir el error de 2017, cuando Neymar reclamaba ese lugar después de la increíble remontada que comandó contra el PSG, y al no cedérselo, les costó perderse del sucesor natural de Messi en el club, que hoy precisamente está cargando al club parisino hacía la final de la Champions League, lugar al que no ha regresado el Barcelona desde su partida.

El futuro del club se debe planear alrededor de los Ansu Fatis, Riqui Puigs, y Ronald Araujos que sigan a disposición de la cantera, retomando la presencia de la Masía como parte medular del proyecto deportivo del primer equipo y arropándola por algunos cracks consolidados que comulguen con la identidad y filosofía del club, como algunos que ya tienen en Ter Stegen, Frenkie De Jong y Lenglet.

Hay pocas cosas tan especiales y particulares como el ADN culé, y vaya que no soy simpatizante de muchas cosas que rodea al entorno del club y sus aficionados, pero cualquier aficionado en general al futbol lo sabe reconocer, y ha disfrutado el futbol desplegado por esta institución cuando respetan el valors y efectivamente son més que un club, y hoy esta ideología sigue perdida puertas para adentro, con gritos de auxilio por parte de algunos jugadores como Piqué, pero acalladas por hombres de pantalón largo. El socio debe hacerse escuchar, y los candidatos a presidencia entender la responsabilidad que les llega para recuperar la identidad y el rumbo de un club que está a la deriva administrativamente, y que acarreará algunos problemas financieros que complicarán aún más el margen de maniobra posible a cualquier error en el camino.

Caerse está permitido, levantarse es obligatorio. La identidad y valores del futbol base culé deben ser innegociables sin importar quien esté al mando, y bajo esos pilares esperamos ver al nuevo Barcelona en su búsqueda por recuperar el ADN culé; el catalán, el barcelonismo, y el aficionado al fútbol es lo menos que merecen.