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“8 Años Después de un Tumor Cerebral, Esta es Mi Historia” Rashid Azarang

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“8 Años Después de un Tumor Cerebral, Esta es Mi Historia” Rashid Azarang

Tenía 18 años y estaba por empezar mi carrera en el TEC. Lo único que me importaba era salir, divertirme, mis amigos y mis ligues.

Sin avisos, mi vida se puso entre la espada y la pared.
Al llegar al hospital y después de armar un show en la entrega de diplomas de Prepa Tec Santa Catarina, en la que me dio?—?gracias a Dios rodeado de mis amigos, familia, maestros y médicos— una convulsión muy fuerte y un derrame cerebral.

Que no me detuvo de pasar al frente, con mi papa, para tomar el título. ?
Recuerdo cómo mi mama, con ojos llorosos y la voz vencida, tomaba con fuerza mi mano, mientras mi papa estaba del otro lado de las cortinas en emergencias del San José hablando con los doctores.

El doctor abre la cortina y sin rodeos, nos dice que encontraron señales de un absceso en mi cerebro y que debía permanecer internado para hacer varios estudios esa semana.

Al escuchar la noticia, volteo a ver a mi papa quien mantenía una postura firme y sin titubear me hace la señal de animo —Un poco de contexto, mi papa es maratonísta y desde que tengo memoria nos ha inculcado con su ejemplo a afrontar, con dignidad y de frente, todos los retos de la vida; por más grandes o chicos que éstos puedan ser— que entre nosotros significa:

“Camina, sigue caminando y no voltees para atrás.”
En ese momento me resulto fácil soltar las riendas de todo —los planes que tenía para mis vacaciones, mi viaje de graduación, la fiesta de graduación y cualquier otra preocupación— y aceptar mi destino. Al ver a mi Madre tan indefensa y al empatizar con el sentimiento de mi Padre, me di cuenta en ese momento que yo tenía que estar bien por y para ellos. Me di cuenta que ellos eran los que en realidad estaban sufriendo.

A partir de ese momento, las cosas poco a poco se empezaron a complicar.

Tíos que viajaban desde lejos para verme y estar con mi familia, cargaban con muchas emociones, y es que en realidad todos tienen una manera muy auténtica de mostrar su afecto. Cada vez que llegaba alguien nuevo a mi cuarto de hospital, yo que estaba siempre acostumbrado a tratar a los invitados cómo prioridad; me enfocaba mucho en recibirlos bien, empatizar con el cariño que me mostraban y dar siempre una buena cara.

Poco a poco, el desgaste emocional de recibir tantas energías e intentar empatizar con las sentimientos de todos, empezaba a acumularse.
Recibir amigas y chavas que en algún momento me gustaron o con las que llegué a salir; estando bajo un régimen de medicamentos que me volvían lento y que me dificultaban el habla, encuerado con una bata de hospital y con enfermeras preguntándome cada 15 minutos para saber si ya había evacuado.

Las dudas existenciales empezaron a llegar.
Comenzando por cuestionar mi desgaste emocional con cada uno de los invitados que llegaban a mi cuarto y dándome cuenta que estaba siguiendo un piloto automático de un patrón de comportamiento que llevaba acarreando por años…

Comencé a escuchar mi cuerpo, mi pensamiento y con el paso de los días, empecé a desprenderme de aquellas ideas viejas que no me servían, pero que tenía habituabas en mi carácter.
Luego de un tiempo y después de haber prohibido las visitas, empecé a gozar del poco tiempo que tenía para estar solo y comencé a descubrir nuevos placeres que no conocía antes; cómo salir a la terraza, sentarme en una silla cómoda y leer, o salir por las noches al balcón del piso y hablar con Dios.

Adelantando el tiempo a unas horas de la operación.
Posiblemente sea difícil comprender, pero me sentía en una zona de enorme bienestar interior, paz y entendimiento. Tanto así que empecé a pensar que era un hecho que me iba a morir.

Estar tan cerca de la idea que simboliza la muerte y el hecho de no tener el control sobre ello, fue muy impactante. Aunque más que la idea morir, lo que me aterraba, era perder la oportunidad de vivir mis sueños, de ver mis ideas hacerse realidad, de enamorarme y tener hijos.

Llego la hora.

Los internistas tocaban mi puerta; eran las 7:00 A.M.
Volteo a ver a mi mamá y sin palabras, la abrazo.
Imaginen cómo sería el abrazo que le darían a su Madre, si supieran que ése sería el último abrazo que le darían.
Si estuvieran en mi lugar, viendo a su madre indefensa y débil, que no sabía que pensar, que sentir o que decir.
Tengo tan presente ese momento…

Al soltar, no tuve más que voltear y aceptar mi destino, sea cual sea que Dios tenía para mi.

7 días después de la operación.
Un día después me despierto?—?me estaban moviendo en la camilla?—?y lo primero que veo es a mis papas, que al verme abrir los ojos, se abrazaron con un alivio, un amor y una pasión indescriptible.

Entro a cuidados intensivos.
Sentía dolor en todo mi cuerpo, no exagero. Me dolía la garganta por haber estado entubado, no podía mover mi cabeza ya que tenía un lado increíblemente hinchado. Mis piernas con calambres, mis ojos, mis oídos, mis brazos…

Estaba en un cuarto abierto, con demasiado ruido y enfermeros pasando cada dos minutos para revisar, y yo con un dolor que no se quitaba con nada y vaya que me tenían con algunos dulces. ?

En ese momento me di cuenta que debía soltar, así que me dije: ¡ANIMO RASHID!
… y pum! ??

Sentí una de esas experiencias astrales que jamás en la vida imaginé que podía experimentar.

Sentí cómo me desprendía de mi cuerpo, cómo si estuviera flotando encima de mi y observando todo desde la pared. No sentía dolor, ni sentía nauseas. No tenía sueño y estoy seguro que no eran los medicamentos, aunque quizá si tuvieron algo que ver, yo decido creer que yo tuve el poder de inducirlo.

“Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro”?—?Albert Einstein
Después de unas semanas de rehabilitación y cuidados, salgo del hospital.
Para no alargar mucho la historia, te comparto una entrevista que me hicieron de Players of Life, en la que platico un poco de lo que pasó después!

Muchas gracias por haberte tomado el tiempo de leerme. En verdad, me costo mucho escribirla; Fueron muchos sentimientos encontrados… Dios es bueno.