
Por: Eusebio Ruiz Ruiz.
Palabras más, palabras menos; deme poquito de su tiempo para contarle un cuento.
Camino por mi camino…, el mío, -así inicia-.
A mi izquierda -sí, a mi izquierda- hay un muro que me separa de los vecinos.
El muro tiene agujeros, una ventana, hendiduras y una puerta.
Del otro lado del muro, a mi izquierda –sí, a mi izquierda- en mi misma dirección veo una figura.
¡Es una hermosa mujer!
Ella también me ve.
La vuelvo a mirar.
Le sonrío… y me sonríe.
Seguimos nuestro camino, el muro nos separa.
Nos vemos por la ventana.
Me agrada, creo que también le agrado.
Continuamos el camino, ella por el suyo, yo por el mío.
Busco la puerta, me apuro para encontrarla.
¡Por fin aparece la puerta!, es muy estrecha.
Me quiero pasar a la izquierda -sí, a la izquierda-
Veo a la hermosa mujer, le hago un guiño.
Por el aire me envía un beso.
Me llama con una seña.
¡Era lo que yo esperaba!
Voy hacia la puerta estrecha, quiero pasarme para reunirme con ella.
Paso una mano, luego el hombro, hundo la panza, intento pasar la cabeza, no puedo, la oreja derecha se queda trabada.
No hay espacio para mi oreja, tomo una decisión, saco de mi bolsillo una navaja, corto mi oreja, sangra. Logro pasar mi cabeza.
Mi hombro y mi brazo derecho están trabados, no puedo pasarlos.
Retrocedo, sin pensar -sí, sin pensar-, quiero pasar a la izquierda, tomo vuelo y me lanzo, me golpeo.
Con el golpe se desarticula mi hombro, mi brazo queda colgando, pero logro pasarlos.
Intento pasar mi pierna derecha, no puedo, el pie derecho se engancha, hago el esfuerzo, ¡imposible pasarlo!
Tomo el hacha, doy el golpe, mi pierna se desprende.
Pasé al camino de mi izquierda -sí, de mi izquierda-.
Dolido, ensangrentado, pero pasé.
Me falta mi lado derecho, mi parte izquierda -sí, mi parte izquierda- está completa.
Logro pasar, ¡estoy con mi amada!
Le digo:
Aquí estoy, todo por ti, no importan los sacrificios, valían la pena para encontrarme contigo.
Ella me mira, hace una mueca y me dice:
? Así no.
? Así no te quiero.
? A mí me gustabas cuando estabas completo.
Hasta aquí el cuento titulado “Solo por amor” del psicoterapeuta Jorge Bucay.
Cuentan las malas lenguas (o las buenas) que el joven enamorado, mutilado, ensangrentado, exprimido y engañado tenía por nombre Pueblo.
Pueblo volteó a ver a su izquierda -sí, a la izquierda-.
Le atrajo tanto lo que pasaba por la izquierda, que no le importó ser mutilado.
Pueblo carece de una educación política.
Una promesa y otra lo han adormilado.
Entusiasmado está Pueblo por esa chica.
Bienes incalculables por ella ha dejado.
Lo que tiene, ella se lo adjudica.
Obediente y sumiso se ha mutilado.
Bondadoso, decidió poner sus mejillas.
Un día Pueblo se encontraba en paz.
En el presente lo tienen de rodillas.
No había tenido a alguien tan rapaz.
Ojos del poder lo ven desde sus sillas.
Ya está mutilado de su vida democrática.
Sabio fue un calificativo que le dieron.
Atraerlo fue la malévola intención.
Bienes atrayentes lo engañaron.
Ingenuo cayó en la transformación.
Otra nueva elección le impusieron.
Pueblo, cegado por el enamoramiento, le mutilaron su derecho a vivir, en cualquier fase lo pueden matar, desde el cigoto hasta su vejez, todo está permitido, la vida –como dice la canción mexicana- no vale nada.
Mutilado está también en sus derechos a la salud y a la seguridad.
Con la llamada Ley Censura se mutila la libertad de expresión.
Uno a uno los miembros de Pueblo van cayendo cercenados, Pueblo sigue contento por unos pesos que le están aventando y con su indiferencia un día lo estará pagando.
Dicen otras malas lenguas (o buenas) que esa bella mujer es una “morenaza” dotada de falsedades y de formas insinuantes; hipnotiza, seduce y alucina ¿usted sabe quién es el padre de esa dama de pérfidos pensamientos y acciones?