Por: Eusebio Ruiz Ruiz
Un amante se acercó un día a la casa de su amada. Tocó a la puerta. Una voz le preguntó desde dentro: “¿Quién es?”. El amante respondió: “soy yo”. La voz le dijo casi con tristeza: “Aquí no cabemos tú y yo”… El amante se fue de ahí y durante muchos días estuvo meditando el sentido de las palabras de su amada.
Pasado un tiempo, volvió a acercarse a la casa de su amada y se decidió a tocar, como lo había hecho anteriormente. De nuevo, como había pasado antes, le preguntó desde dentro: “¿Quién es?”. Entonces el amante respondió: “Soy tú”. La puerta se abrió y entró a la casa de su amada.
Lo anterior es parte de un escrito sufita, el sufismo es una ramificación del misticismo islámico profesado por una gran cantidad de mahometanos.
Este relato nos puede servir para aplicarlo al matrimonio, aclarando que cuando yo hablo de matrimonio me refiero al formado por un hombre y una mujer, y no a esos simulacros de matrimonio que hoy las leyes permiten.
La mayor parte de las personas algún día optan por el matrimonio, aunque en lo personal pienso que muchos nunca debieron haberse casado.
El matrimonio es una comunidad en la que se requiere despojarse del “yo”, no de perder la identidad personal, pero sí en hacer a un lado todas esas incapacidades, para poder convivir (vivir-con) con la pareja.
El matrimonio es para hombres muy hombres y mujeres muy mujeres, capaces de estar en una continua e intensa comunión y participación de lo propio a favor y en bien del otro.
Es indispensable que el hombre y la mujer se despojen de ese “yo” egoísta que puede ser el querer seguir viviendo como solteros, que hagan a un lado los celos infundados, la desconfianza, el terco personalismo, el machismo, el feminismo, el autoritarismo, la incomprensión, la frialdad, la ingratitud y el descuido de los deberes del hogar.
Cuando el amante de la historia sufista dice: “soy yo”, la amada no lo deja entrar pues no hay garantía de éxito en el matrimonio, pero cuando se sacude ese “yo”, es decir cuando se superan esas incapacidades para vivir con la pareja, y responde “soy tú”, la amada sí le abre la puerta porque se da cuenta de que ya ha madurado lo suficiente como para poder compartir la vida, ya es capaz de tener firmeza en el amor, espíritu de sacrificio, disponibilidad, capacidad de perdón y reconciliación.
La amante dice: “Aquí no cabemos tú y yo”, es que el matrimonio no se hizo para dualistas, no para los que quieren seguir viviendo claramente separados, cada uno por su lado.
El matrimonio es para los que han tomado conciencia de vivir unidos, quizás por eso diga la Sagrada Escritura: “y los dos serán una sola carne”.
Gracias por el tiempo que se da para leer estas líneas.