Grupo Metrópoli

No se gobierna por obsesión con el pasado

*Culpar al pasado de la incapacidad de gobernar el presente es mediocre
Por Luis Repper Jaramillo*
lrepperjaramillo@yahoo.com

Primero de diciembre de 2018, Palacio Legislativo de San Lázaro, toma de protesta como Presidente de México para el sexenio 2018/2024, protagonista Andrés Manuel López Obrador… el pasado lo abruma. No es feliz. Está en la máxima tribuna política y social del país para asumir un compromiso que legalmente ganó, no es cuestionable y legítimo que le dieron más de 30 millones de votos… Pero no es feliz. Llegó para cobrar venganza del pasado, cobrar facturas a Felipe Calderón (PAN) que le ganó en 2006 y Enrique Peña Nieto (PRI) que lo derrotó en 2012.

En ninguno de los dos casos aceptó el triunfo de sus contrincantes. En ambas elecciones “mandó al diablo a sus instituciones”. Se llamó robado, víctima de fraude. Esperó pacientemente 12 años para vindicar su tormentoso pasado que le impide aceptar que perdió en buena lid, para victimizarse como ha sido su borrascosa vida.

Andrés Manuel padece Trastorno Obsesivo Compulsivo por el pasado. Siempre culpa en cada discurso -aunque no venga al caso- a Felipe Calderón a Enrique Peña Nieto de todos los males que su fallido sexenio no ha sabido “componer” en 1 año 9 meses.

Esta actitud (culpar), ese pensamiento, sentimiento y conducta maniaca, dicen los psicólogos, conducen a esa persona a realizar conductas compulsivas; eso lleva a concluir que el paciente tiene mucho miedo al rechazo e idealiza a la persona que alude (Calderón, Peña).
De estos pasajes existen muchos. Para contextualizar retomo el discurso expresado en el Hangar Presidencial en ocasión del regreso del Avión TP01, que no se vendió en EE UU y volvió al país. Encarrerado en sus líneas discursivas retomó el pasado reciente: “el avión se compró durante la administración de Felipe Calderón (PAN) para ser utilizado en el sexenio de Enrique Peña Nieto (PRI) y ejemplificar el modelo neoliberal de excesos de un gobierno rico y un pueblo pobre, y los altos funcionarios vivían colmados de privilegios, de atenciones. Era un gobierno de ricos para ricos (amargura) con un pueblo pobre. Esa fue (obsesión por el pasado) la forma de gobierno durante el periodo neoliberal (frustración)…ese fue su distintivo”
Luego expelió su veneno “el propósito de hacer esta esta rueda de prensa con el avión de fondo (rencor) es para dar a conocer al pueblo de México (venganza) cómo se mal gobernaba al país, de cómo había lujos en el gobierno durante el periodo neoliberal. Se daba la espalda al pueblo, sobre todo a la gente humilde, pobre (hoy en la Transformación de 4ª existen 90 millones de pobres y pobres extremos (EVALUA), Enrique Peña Nieto dejó de su gestión 54.2 millones (CONEVAL), es decir, con López Obrador “esos pobres a quienes les dieron la espalda”, en sólo 1 año 9 meses han caído en desgracia 35.8 millones, ¿Quién no ha atendido a los marginados?
Consultando estudios y artículos de profesionales de la psicología nos enteran que Andrés Manuel tiene pensamientos intrusivos (aquellos no deseados e involuntarios que se convierten en obsesiones muy difíciles de controlar y/o manejar) que provocan en el individuo desesperación, tristeza y sensación de angustia, incertidumbre.

Vayamos a la definición que los expertos señalan de Obsesión con el Pasado, “es una guerra interna entre el deseo de estar en el presente y debilidad por un pasado doloroso que no termina de aceptarse” (elecciones 2006/2012). La obsesión con el pasado no deja ver los momentos que dan satisfacción (no es feliz), triunfo y éxitos. López Obrador viaja al ayer diariamente por ello pierde el hoy. Su obcecación por el pretérito lo hace vivir por y para rememorar (atado a lo que fue).

El coordinador del país (no gobierna) está ausente de la realidad, el presente se le antoja tedioso e inoportuno; lo único que le atrae es concentrarse en lo que tuvo (eterno candidato), en lo que quería antes, en lo que ha perdido… por eso acusa un día sí y otro también a Calderón y Peña.
Los profesionales de la psiquiatría deducen que López padece sucesos traumáticos que revive con angustia porque necesita recordar lo que vivió (dos derrotas electorales). Su identidad o auto concepto anterior lo idealiza, no se reconoce con la actualidad porque está obsesionado con el pasado, porque sigue añorando exageradamente su rol de candidato presidencial perdedor (2006/2012).

Cómo se auto terapea? Repitiendo como muletilla, como estribillo acusaciones contra sus antecesores. Por eso aquello de neoliberales, corruptos, mafia del poder, gobierno rico, pueblo pobre, etc. Andrés Manuel se resiste a aceptar su debilidad psicológica, TOC, por lo que recurre a lo fácil: recrear su pasado y momentos que disfrutó como “candidato eterno” que echa de menos algunos sucesos sanos, sin sufrimiento. Los psicólogos sugieren que el inquilino de Palacio Nacional con su actitud, agresividad, acusaciones, descrédito a Calderón y Peña, delata abuso del pasado, pues los resultados de su gestión en 1 año 9 meses son prueba fehaciente de estar más ocupado e interesado en culpar al pasado del fracaso de su sexenio, que en buscar las soluciones a la crisis, del presente.

Insiste en responsabilizar a neoliberales, fifís, señoritingos, mafia del poder, delincuentes de cuello blanco, mafia del poder, mafia de la información, etc. de la debacle de la T4a, pues “me dejaron un cochinero de país” que en 635 días de gobierno no ha sabido arreglar.

Otra perla de su frustración se dio el 1 de diciembre al protestar el cargo. Exhibió en su discurso el “fracaso de tres décadas de política neoliberal”. Los culpó de los grandes males que sufre México: marginación, corrupción, violencia… “un desastre”… “se acabó”. Sin embargo a 1 año 9 meses de aquel discurso la situación del México de Hoy es peor, exponencialmente DESASTROZA, sumido en recesión, estancamiento y prisionero de la delincuencia organizada, ¡Y no es el pasado, Andrés, es el hoy y ahora!
El psicólogo Sergio de Dios González, habla de la realidad por su obsesión al pasado y lo clasifica como un ser monotemático. El ayer ocupa más espacio en su quehacer diario y su pensamiento, que al concedido al presente (gobernar o administrar bien al país). Pese a que los medios fifís le decimos que se desprenda del pasado, no escucha, por soberbia, arrogancia, narcisismo, pues en cada discurso utiliza el mismo tema, corrupción, neoliberalismo; siempre cuenta las mismas historias… no avanza.

López rebobina sus conceptos viejos. Es su costumbre traer al presente (aunque se hable de salud, educación, finanzas) momentos del pasado con lujo de detalle repasando milimétricamente escenas para convertirlas en pensamiento negativo recurrente (obsesión).

Otra inconsistencia es su incapacidad para actualizarse y ubicarse en el presente, excusándose en lo vivido antaño o como “supuesta víctima” del ayer (2006/2012). Con ello justifica su pasividad actual (ve la recesión, crisis sanitaria, desempleo, inseguridad, pobreza, etc.), son sus limitaciones que le han dejado lo sufrido (derrotas electorales) ¡¡y no reacciona!! mantiene tortuguismo laboral y administrativo en detrimento de más de 126 millones de mexicanos.

López Obrador sigue dedicando su tiempo personal y oficial a lo que fue (líder social, eterno candidato, contestatario, crítico, movilizador de mazas, inconforme) y no valora si posee alguna función positiva que haya aprendido. Como no lo hace, su constante referencia al pasado lo mantiene desconectado de la realidad. Ignora –por omisión o capricho- el hoy y el ahora.

Su apego al ayer lo mantiene enganchado y resignado. Pese a poseer el máximo cargo del país que le confiaron millones de mexicanos: Jefe del Ejecutivo, cree seguir siendo candidato presidencial, pues no actúa como mandatario.

Si no reacciona, por su atadura al pasado, alguien en el Ejecutivo, en el Legislativo e incluso de la Corte debe convencerlo o de plano, llevarlo con un profesional en psicología que lo ayude, le desenmarañe el psique, lo oriente para romper su encadenamiento al ayer.

Resistirse a aceptar la realidad del presente o considerar que una decisión tomada en el pasado es la causante del infortunio de hoy, es uno de los motivos de vivir en el error…
Un autor anónimo escribió “vivir del pasado es elegir morir en el presente y negar la posibilidad de disfrutar de un mejor futuro”

Retomo otra cita del psicólogo Sergio de Dios “no se trata de renunciar al pasado, sino evitar se convierta en atadura, en lastre que nos paraliza y estorba. Vivir en el pasado es un comportamiento no recomendable para nuestro desarrollo social, personal y profesional”

Un proverbio ruso explica “añorar el pasado es correr tras el viento”, que cabe perfectamente en la actitud de Andrés Manuel pues su obsesión por mirar siempre atrás e instalarse en el ayer suele ser propio de personas que tienen miedo al presente, al devenir de la vida, a lo incierto” Se aferra al pasado porque conocerlo le otorga seguridad.

Además, la mente poco amaestrada de López Obrador lo empuja siempre a los malos recuerdos que le han impedido alcanzar oportunidades importantes, ya es Presidente… y?, pero no sabe serlo, por pelearse con el pasado y no actuar en el presente.

Mientras su mente esté secuestrada por la obsesión con el pasado, su cuerpo no se abrirá a la vida que tiene en el presente y su responsabilidad.

Bajo estos criterios psicológicos, México no debe ser gobernado por alguien inestable, padeciendo Trastorno Obsesivo Compulsivo, por lo que fue, rehuyendo de lo que debe ser.

Para concluir, retomo una visión contundente pronunciada (no de su autoría) por la Canciller Alemana, Ángela Merkel, que si no alude a López Obrador, la dijo para que me entiendas Andrés “los presidentes no heredan problemas. Se supone que los conocen de antemano por eso se hacen elegir para gobernar con el propósito de corregir esos problemas. Culpar a los predecesores es una salida fácil y mediocre de los malos gobiernos. Si no pueden para qué se postulan”

*Miembro de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT) y de Latitud Megalópolis (LM)

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