Del Abogado Amigo
Luis Torre Aliyán
¡Mmmta ma… Salió político!
Hace dos semanas tuve la oportunidad de comer en Monterrey con un distinguido jurista mexicano, Ambrosio Michel, hoy incluso abogado de Ricardo Anaya. Orgullo victorense, por cierto.
Y aproveché esa grata coincidencia para comentarle -quería saber qué pensaba- que me había invitado el PAN como candidato a síndico en la planilla de “Xico”, el candidato del Frente por la alcaldía de Victoria.
Muy sabiamente me dijo Ambrosio: “La política desprestigia, punto. Te da fama, sí, pero es efímera, y el desprestigio es para toda la vida”.
Me impusieron tres cosas: su seriedad al decírmelo, su convicción en ello y, que no me lo estaba diciendo cualquier persona. Me quedé callado.
Tanto me llegó que no dejé de pensar en eso dos o tres días. Tal vez me pegó lo del desprestigio, porque en nuestra profesión lo es casi todo.
Sin embargo, he pensado a raíz de ahí, como es que muchos de nosotros, la mayoría, nos quejamos todo el tiempo de los políticos pero no participamos.
En cambio, eso sí, cuando alguien que veíamos “bien” se atreve a participar lo condenamos con un drástico: ¡Mmmta ma… Salió político!
La nostalgia que me invadió por no saber si “haber salido político” era bueno o malo de acuerdo al juicio social, me hizo recordar cuando en 2012 hacía mi “perfil” para llenar la página de internet de mi Despacho, (que luego serviría como base del nombre de ésta columna que inicié a escribir en mayo de 2013), me auto describí ahí, como: “Abogado Amigo, enemigo de los servidores públicos que no sirven al público”.
Tal vez desde ese entonces, había en mi subconsciente un gran deseo de cambiar algo: lo que fuera, lo que sea, lo que se pudiera.
Y es que lo dijo Platón muy claro: “El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores hombres”.
Por eso aspiro a participar en política, para no ser lo que tanto me he quejado: corrupto, ineficiente e insensible.
Si tuviera la oportunidad de regresar el tiempo, en vez de quedarme callado, le diría al prestigiado Ambrosio Michel -a quien admiro y respeto como abogado-, que estoy perfectamente consciente del desprestigio que esto puede significar en mi carrera profesional, pero que estoy dispuesto a correr el riesgo, porque estoy seguro que vale la pena:
Quiero ayudar. Quiero ayudar a Victoria a salir del socavón en el que no solo cayó, sino en el que lamentablemente se ha convertido.