Por: Eusebio Ruiz Ruiz.
El Dr. Daniel López Rosetti, especialista en clínica médica y médico cardiólogo, afirma: “Un paciente que cree en Dios tiene un medicamento más. Creer en Dios, médicamente hablando, hace bien”.
Estoy convencido de que Dios quiere que gocemos de una salud integral, no creo que él nos mande las enfermedades ni creo que se goce con el dolor y el sufrimiento.
En la doctrina cristiana la enfermedad es consecuencia y efecto de la entrada del pecado en la humanidad. Si Dios quisiera la enfermedad, implícitamente estuviera también aceptando el pecado.
Como causa y origen de los males (la enfermedad es uno de ellos) nunca está Dios, él es fuente de todo bien, aún más, tengo la certeza que, de los males, Dios, Sumo Bien, se sale con la suya y saca bienes.
Mentalidad muy arraigada es que la fe y la ciencia son opuestas, sin embargo, estudios realizados en el área de las Ciencias de la Salud demuestran los beneficios de la fe y la oración en la gente, incluso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) acepta que la fe impacta positivamente en la salud física y emocional de las personas.
La fe en Dios y el dialogar con él refuerza el sistema inmunitario, puede reducir los riesgos en problemas de salud como la insuficiencia renal, los accidentes cerebrovasculares, los tumores, la presión arterial, ataque cardíaco, etc., así lo afirman científicos que han investigado la relación entre fe, oración, superación de las enfermedades y salud integral.
El médico y psicoterapeuta Jorge Bucay en su libro “El Camino de la Espiritualidad” habla de “mayor cantidad de embarazos en fertilidad asistida, acortamiento del tiempo general de internación de pacientes con patologías clínicas, postoperatorios más cortos y con menos complicaciones en cirugías a corazón abierto, mejores evoluciones de pacientes con cánceres supuestamente terminales”, todo como resultado de haber combinado, espontáneamente o por indicación, el tratamiento convencional con la oración.
Todo empieza por algo, en 1902 el filósofo, médico y psicólogo William James (1842-1910) da los primeros pasos en el estudio de los fenómenos religiosos.
La Asociación de Psicología Americana (APA), fundada en 1892, crea en 1976 la Sociedad para la Psicología de la Religión y la Espiritualidad, con el objetivo de estudiar y comprender de manera científica la importancia que la religión y la espiritualidad tienen en las personas.
En la década de los 80 la Dra. en Sociología y Filosofía Ellen L. Idler, realizó un estudio en el que se establece la estrecha relación entre la fe, la oración y el bajo porcentaje de infartos y tumores, de estas investigaciones me pude enterar gracias al trabajo de compilación «Ejemplos, “Para darle sabor al caldo” …» del escritor y misionero italiano Hermenegildo Zanuso S. (1919–2009).
Zanuso habla de que, en julio de 1987, estudiosos israelíes hicieron una investigación sobre dos grupos de enfermos, ambos estaban integrados por hombres y mujeres, uno por personas que habían sufrido infartos y otro por quienes no lo habían sufrido. Del primer grupo, los no creyentes eran el 50% y del segundo los no creyentes eran el 20%.
En esos mismos años, la prestigiada revista “Journal of Psychiatry in Medicine” publicó otras investigaciones en las que se afirmaba que la participación en celebraciones litúrgicas, la oración y la reflexión con textos bíblicos no sólo fortalecen el alma, sino también el cuerpo de la persona.
Fue en Carolina del Norte, en la Universidad de Duke, donde se realizó este trabajo de investigación con 4 mil personas mayores de 65 años, descubrieron que quienes viven con fe tienen un 40% menos de posibilidades de tener una presión alta.
El psiquiatra Harol Koenig, uno de los responsables de este estudio, comentó: “Estamos cada vez más convencidos de que la fe es un factor positivo para la salud, pues no sólo es antídoto para la depresión, sino que también refuerza el sistema inmunológico”.
Quienes incorporan la fe a su vida, independientemente de la religión que profesen, enfrentan con mayor facilidad los factores físicos y emocionales de cualquier enfermedad, dice Koenig.
«La fe es un fenómeno que libera las defensas naturales del organismo, prepara el cuerpo y el alma para afrontar mejor el dolor y los percances del tratamiento». La fe ayuda a que la persona afronte el problema de la enfermedad y se motive en la búsqueda de la sanación, explica el psiquiatra.
Jorge Bucay, en la obra ya mencionada, escribe sobre el poder de la oración, comenta que en el Instituto Mind-Body, en la Universidad de Harvard, se viene estudiando desde hace 30 años (el libro se editó en el 2010) el efecto sanador que tiene la oración y la meditación sobre el cuerpo humano.
Según estadísticas -afirma Bucay- el buscar respuestas a preguntas sobre el significado y la relación del hombre con lo sagrado y trascendente, es suficiente para ocasionar cambios en el paciente, que se traducen en una nueva dimensión del pronóstico y del tratamiento de su enfermedad. La observancia y la fe en el entorno de una religión, cuyo sistema organizado de creencias, prácticas, rituales y símbolos, son la vía idónea para que la persona contacte con esos aspectos sanadores, más profundos y espirituales.
El cardiólogo Herbert Benson (1935-2022), fundador del Instituto Médico Mente/Cuerpo del Hospital General de Massachusetts (MGH) en Boston, fue un pionero en la medicina mente-cuerpo, uno de los primeros médicos occidentales en incorporar la espiritualidad y la sanación a la medicina, después de los brillantes trabajos de investigación -comenta Bucay- nadie duda del impacto físico que reciben positivamente los que rezan o meditan.
Otra información que aparece en el libro “El Camino de la Espiritualidad”, es la investigación realizada hace unos 34 años en el Hospital Municipal de San Francisco, en Estados Unidos, en esos estudios se demostró que no sólo los pacientes que rezaban y seguían su tratamiento evolucionaban mejor que aquellos que no oraban, sino también que aquellos enfermos que recibían oraciones de terceros también mejoraban, aunque ellos mismos no oraran, esto insinuaba que los efectos sanadores de la oración podrían no estar vinculados a la fe del paciente.
Larry Dossey, médico oncólogo y profesor de psicología, declaradamente ateo, sorprendido por los resultados obtenidos en San Francisco, decidió realizar su propia investigación, utilizó rigurosamente el método científico, quería saber si esa mejoría podría ser fruto exclusivo de la autosugestión del paciente y/o del investigador. Dossey dividió a los pacientes en cuatro grupos.
El primer grupo recibía solamente tratamiento convencional, el segundo oraba con fe y por convicción personal, el tercero recibía oración exterior de familiares o amigos y en el cuarto rezaban desde fuera personas desconocidas para el paciente.
El experimento evidenció los efectos útiles de la oración, fuera propia o ajena.
Dossey continuó su trabajo con dos grupos de pacientes, para uno organizó cadenas de oración y para los otros no. Los pacientes no sabían en qué grupo estaban, los médicos que los evaluaban tampoco. Al final, el resultado: 80% de los pacientes que estaban en cadena de oración mejoró más que los que no estaban.
El médico Dossey, comprobó que no importa si la oración se asocia al credo cristiano, budista, protestante, hindú o musulmán, el efecto es igualmente positivo.
El trabajo de Dossey se presentó en un Congreso de Oncología y terminaba más o menos con estas palabras: No puedo explicar los hechos observados y registrados, pero sé que algo hay. Yo no sé si creo en Dios, pero no tengo ninguna duda del efecto curativo de la oración sobre estos pacientes.
Para la neumóloga Blancard Torres del Departamento de Medicina Clínica de la Universidad Federal de Pernambuco, la medicina y la religión pueden ir de la mano en beneficio del enfermo; la fe y la actitud positiva de los médicos tienen un alto valor, su papel es muy importante en la recuperación de los pacientes.
La Escuela de Enfermería de la Universidad de São Paulo dio a conocer los resultados de un estudio en los que se afirma que la religiosidad fortalece a los pacientes que enfrentan el cáncer.
El Dr. Manuel de la Peña, presidente del Instituto Europeo de Salud y Bienestar Social y profesor de cardiología, ha escrito sobre el poder terapéutico de la oración, citando distintas investigaciones, entre las que destacan las realizadas por American Heart Institute de Kansas, Centro Médico Rabin, Randolph Byrd, Targ Fisher, Larry Possey y David Larson.
El cardiólogo Randolph Byrd estudió a 393 pacientes de la Unidad de Coronarias del Hospital General de San Francisco, observó que aquellos pacientes a quienes se dirigían plegarias y oraciones evolucionaron significativamente mejor que los que no estaban incluidos en esta «terapia», esto fue publicado en el Southern Medical Journal.
En la investigación realizada por el American Heart Institute de Kansas (EE.UU.) y publicado en la revista Archives of Internal Medicine sobre 990 pacientes, se revelaron recuperaciones asombrosas, los pacientes encomendados a las oraciones duraron menos tiempo internados en el hospital.
Resultados similares se reflejan en otro estudio realizado por el Centro Médico Rabin (Israel) y publicado en el British Medical Journal. En él se constata que la oración produce cambios significativos en la evolución de la enfermedad, al punto que repetir una plegaria ayuda a la relajación, a la vez que reduce la presión arterial y controla los problemas derivados de la hipertensión, además de equilibrar el metabolismo, el ritmo cardíaco y la respiración.
La Dra. Targ Fisher, profesora de psiquiatría en la Universidad de San Francisco de California, es otra profesional que ha puesto en evidencia el papel positivo de la espiritualidad en el proceso de curación.
El Dr. de la Peña, subraya que tiene la firme convicción personal de que la oración, además de ser saludable, crea las circunstancias que sientan las bases apropiadas para la curación. “He podido observar a pacientes desquiciados y desesperados por todo tipo de terapias librarse de enfermedades y del sufrimiento gracias a su entrega a la oración”.
El Dr. David Larson, oncólogo radioterápico por la Universidad de Harvard, autor de más de 200 artículos científicos, en base a algunos de sus estudios comenta que, “cultivar la comunicación con Dios renueva nuestro estado de ánimo y cambia nuestra actitud frente a la enfermedad”.
La fe y la oración no sólo tienen efectos positivos en la salud física; la salud mental también se beneficia, incluyendo el bienestar emocional.
Los beneficios en la salud mental, afirman psicólogos de la red PsySon, dependerá mucho de la conexión afectiva que se tenga con Dios y de la creencia firme en que él siempre está presente, es cercano, protege, apoya y sobre todo en que es amor. Quienes así lo experimentan poseen elevados índices de bienestar psicológico.
Las personas que dialogan en la intimidad con Dios, piden sus bendiciones y luz en sus decisiones, regularmente se ven libres de sufrir problemas relacionados con la ansiedad, como el miedo, la preocupación, el temor a situaciones sociales, o al menos disminuyen notablemente estas dificultades, viven de manera más fiel su religión, generan mayor cantidad de vínculos sociales de apoyo, le encuentran un mayor sentido a la vida, no se contentan con un bienestar personal, sino que se esfuerzan por un mundo mejor.
La fe y la oración contribuyen en buena medida a que fenómenos inexplicables sean calificados como milagros y que la creencia en Dios sea fortalecida, aceptada o al menos las posturas escépticas, ateas, antirreligiosas y antiteístas queden tambaleando.
Por último, uno de los libros del Dr. Larry Dossey se titula: “La oración es buena medicina”, el título de esta obra nos dice mucho.