- Tomando como referencia la crisis por la pandemia de la influenza AH1N1 de 2009 la viróloga mexicana señala que “nos hemos tardado” en tomar medidas más drásticas para prevenir los contagios de Covid-19”. Advierte que ahora, once años después, se lucha en dos frentes: contra el virus y contra la información falsa.
Para Susana López Charretón, el escenario es más que claro: en México se viene una subida drástica en el número de personas con diagnóstico positivo por coronavirus (Covid-19). “No hay una explicación científica por la cual podamos pensar que no va a pasar. Así ha pasado en los otros países y va a pasar”.
La investigadora tiene conocimientos de sobra para sustentar su afirmación: es una de las virólogas más importantes del país, su trayectoria en el campo de la virología le valió ser reconocida con el Doctorado Honoris Causa por parte del Sistema Universitario Jesuita (SUJ) en 2018 y jugó un papel muy importante durante el brote de la pandemia de influenza A H1N1 en 2009. Por eso añade con tranquilidad que estamos en un escenario de “alarma justificada”.
La también investigadora de la UNAM señala que no hay que confiarse mucho de las cifras de contagios que todos los días da a conocer la Secretaría de Salud, aunque aclara que no significa que estén engañando u ocultando información de la cantidad de personas contagiadas, pero puede ser engañosa.
“Vemos lo que buscamos. Seguramente hay muchos más casos que no hemos visto y están circulando muchos más casos de los diagnosticados”, añade.
La investigadora señala que uno de los problemas con la cifra oficial es que sólo se están aplicando pruebas de diagnóstico en perfiles muy específicos: que tengan síntomas de la enfermedad o hayan viajado a alguno de los lugares identificados como peligrosos, como China, Italia o España.
Añade que, “sin darse cuenta, cualquier persona puede haber estado en contacto con alguien contagiado y no le van a hacer la prueba porque no tiene el perfil”.
En ese sentido la viróloga destaca que parte del éxito de contención de la enfermedad en Corea radica en que hicieron pruebas a muchísima gente, lo que permitió detener los contagios de mejor manera.
Con la dispersión del nuevo virus es imposible no traer a la mente lo ocurrido hace once años durante el brote de la pandemia por influenza A H1N1. Susana López Charretón refiere que en aquella contingencia “se actuó muy rápido, pronto se decidió cerrar lugares y evitar el contacto persona a persona, lo que frenó que escalara la infección”.
Con ese antecedente como referencia, menciona que en esta ocasión “nos hemos tardado un poco”. Afirma que es importante ver lo que está ocurriendo alrededor para no repetir lo que pasó, por ejemplo, en Estados Unidos, donde había pocos casos y aumentaron rápidamente.
Otra diferencia entre una pandemia y otra tiene que ver con la información. López Charretón explica que de 2009 a ahora las redes sociales han avanzado mucho, son más visuales y permiten tener información en tiempo real.
“Es una súper ventaja, pero también una súper desventaja: estamos más informados de las muertes, lo que genera angustia y también nos enfrentamos a mucha información falsa, dispersión de mitos. Esto trae consigo un doble trabajo, ya que además de enfrentar la pandemia también tenemos que informar y luchar contra la falsa información”, y subraya: “la mala información es una ‘infodemia’”.
Actualmente, detalla, las investigaciones están enfocadas en dos objetivos: desarrollar un tratamiento y diseñar una vacuna. Sobre el primero dice que los antivirales que existen ahora son como “trajes a la medida”, es decir, se han realizado para tratar virus específicos —como el VIH o la influenza A H1N1— y no hay uno para tratar el Covid-19.
“Se están probando los ya existentes para ver si alguno funciona”, al menos mientras se diseña el antiviral específico, explica.
Sobre el segundo objetivo dice que el camino para desarrollar una vacuna es muy largo, ya que es necesario “hacer pruebas en animales y ver, primero, que la vacuna sea inocua. Después, que produzca anticuerpos y que esos anticuerpos efectivamente combatan al virus, que sean efectivos. Luego vienen las pruebas en primates, que requieren los mismos pasos y después vienen las pruebas en humanos”.
Este proceso, sumado al costo que tiene el desarrollo de la investigación —“unos cien millones de dólares”—, hace que la estimación para contar con una vacuna sea de, por lo menos, un año. “Desarrollar vacunas no es una cosa sencilla, así que hay que aprovechar las que tenemos”.
Además de las medidas preventivas difundidas —lavado de manos, no tocarse ojos, nariz y boca, etcétera— y el distanciamiento social, López Charretón recomienda ser cuidadosos con los dispositivos móviles u objetos de contacto constante como el volante del auto. También recomienda permanecer en casa y tener particular atención para cuidar a los adultos mayores. Sobre todo, invita a mantener la calma. “El pánico colectivo no es saludable”, remata.