por: Carmen Munguía
Definitivamente existe un antes y un después de la pandemia por COVID19, no sólo en nuestro país sino en el mundo entero, un ordenamiento distinto de nuestras prioridades. Y es que nos hemos dado cuenta de lo que realmente es lo más importante.
En ese sentido, una de esas prioridades usualmente relegada a términos secundarios ha sido la salud mental de las personas, que se ha visto especialmente afectada durante esta pandemia que aún no acaba. Por supuesto, hay grupos especialmente afectados como el personal de salud que ha estado en las primeras líneas de batalla.
Pero también, se encuentran los niños, niñas y adolescentes que se han visto privados de acceso a espacios destinados al juego y al esparcimiento tan necesarios en esta etapa de sus vidas; de entornos vitales para su desarrollo y aprendizaje como la escuela, y que, además, han tenido que enfrentar el duelo por la pérdida de seres queridos.
En reconocimiento de esta situación FUNDASIL con apoyo de UNICEF, elaboró “Duelo: Manual de Capacitación para Acompañamiento y Abordaje de Duelo”, una guía práctica para brindar acompañamiento a las infancias y adolescencias en duelo especialmente en contexto de pandemia por COVID19.
En este valioso documento se destacan distintos tipos de pérdidas asociadas al Covid19, como: pérdida de la vida, de aspectos de sí mismo, pérdida de objetos externos, pérdidas emocionales, ligadas al desarrollo, pero de forma especial, en este documento se mencionan mitos que todas las personas adultas debiéramos tener presente en relación al duelo, como que niños, niñas y adolescentes expresan su duelo de forma diferente a la de los adultos y también sufren; son vulnerables y pueden tener desventajas cuando están en duelo; no pueden ser protegidos de la muerte, ya que la muerte es algo que sale de nuestro control, por lo tanto, nadie está protegido/a de ella; algunos olvidan y otros recuerdan incluso más que los adultos; el duelo en niños, niñas y adolescentes es distinto en las diferentes edades, en cuanto a comprensión, experiencia y expresión.
Por último, el que acudan a los rituales y/o a los funerales es muy favorable, ya que les ayuda a los niños(as) a hacer real la muerte del ser querido. Definitivamente existen publicaciones como la que aquí referimos, y que pone sobre la mesa un problema público de salud mental en un grupo de la población específico, y que constituye un claro llamado a las autoridades en el ámbito de sus competencias, a diseñar política pública que tome en cuenta una nueva realidad, un contexto de crisis sanitaria global que nos obliga a vivir de una forma distinta, en donde la salud mental debe ser atendida preferentemente. Y bien, quizás toque innovar, diseñar nuevos esquemas de atención, porque probablemente antes no se hacía algo parecido, porque antes, insisto, la salud mental no había sido valorada en su justa dimensión, pero ahora, la pandemia nos ha permitido valorar lo realmente importante.
Es relevante de igual forma,, considerar intervenciones recientes como la de Cristian Morales, representante de OPS/OMS en México, quien ha destacado que las cifras reportadas por la Secretaria de Gobernación muestran preocupantes aumentos del comportamiento suicida en niñas, niños y adolescentes durante el 2020, reconociendo que situaciones como la de la pandemia por COVID-19 conlleva el aumento de riesgos para la salud mental, así como el incremento en las muertes por suicidio, como se ha documentado durante o después de periodos de recesión económica, pandemias y catástrofes a gran escala.
Por último, recordemos, que quienes tenemos la obligación de hacer que las infancias y adolescencias vivan sus derechos somos las personas adultas que estamos a su alrededor, esto incluye por supuesto a familia y autoridades, y que sus derechos se ubican en diferentes ámbitos: salud, educación, protección, cultura, deporte, familia, etcétera, sin embargo, todos sus derechos se relacionan unos con otros, y aunque ahora pareciera que el regreso a clases cien por ciento presencial es el derecho que debiera estar en el primer renglón; la atención a la salud mental de niñas, niños y adolescentes, no puede ubicarse en el último lugar, dado que ningún derecho humano, jamás, será más importante que otro, todos merecen mismo nivel de importancia y atención por parte de quienes son garantes de sus derechos.