por: Carmen Munguía
En el país, el abanico de problemas sociales conforma la parte más dolorosa: feminicidios y desapariciones de personas, hombres, mujeres, niñas, niños, de todas las edades; restos de personas calcinadas, torturadas, enterrados a lolargo y ancho del país. Las notas periodísticas usan incluso palabras como “centros de exterminio”.
Familiares buscando a una lista interminable de personas que jamás debieron desaparecer; violencias en hogares que terminan en tragedias siniestras como la del asesinato de dos niños de cuatro, once, y un adolescente de diescisiete años a manos de su propio padre en Sonora recientemente, etcétera. Pero, aunque estos problemas sociales son temas extremadamente sensibles e importantes, los asuntos que tienen que ver con el medio ambiente también importan y mucho.
Debemos tener claro que los problemas públicos, desde un enfoque de derechos humanos, son relevantes por su interdependencia, porque de una forma y otra se relacionan, se afecta a un derecho y se afecta a otro o a varios derechos más y consecuentemente, la vida de las personas.
Por ende, no son sólo importantes los problemas de índole social que nos sacuden, indignan o paralizan. Reflexionemos, imaginemos que en un escenario ideal, se erradicaran los feminicidios, se acabara esto de que las personas desaparezcan repetidamente, que dejáramos de enterarnos de desgracias sociales, que la economía se volviera fuerte, que las personas tuvieran oportunidades para superarse, servicios de educación y salud dignos, de calidad, viviendas, espacios recreativos, etc, de qué nos servirían todos esos grandes logros, si de un día para otro, inusuales precipitaciones terminan por convertirse en inundaciones catastróficas, si nos convertimos en referente de desgracia mundial, si perdemos nuestras viviendas, nuestros patrimonios, si terminamos desaparecidos o muertos entre escombros.
Recientemente vimos imágenes y videos de personal de salud evacuando a pacientes, incluso a dos bebés recién nacidos en incubadoras en Atizapán. Esto en México, en tanto, en Alemania la lluvia que ha dejado a más de un centenar de personas muertas, se ha catalogado como la peor lluvia de un siglo y se le atribuye al cambio climático.
Empero, y al mismo tiempo, en diferentes regiones del mundo se sigue encarcelando y asesinando a las pocas personas sensatas, congruentes y valientes que se atreven a levantar la voz para salvar bosques, ecosistemas, y en definitiva, al planeta, y a nuestra propia subsistencia.
En definitiva, no se puede aislar a los problemas públicos, separarlos, pretender que uno es más o menos importante que otro, todos, cada una en su dimensión tienen un costo en la vida de las personas y de las comunidades.
Pero hoy más que nunca, del cuidado del medio ambiente pende el acceso y disfrute de otros derechos, por tanto, es urgente, que se respete el derecho a la vida y a la integridad de las personas que cuidan y defienden al medio ambiente. En México, Global Witness, tiene registro de que las personas ambientalistas asesinadas por su activismo ambiental en el país va en aumento (Amnistía Internacional, 2019).