Del Abogado Amigo
Luis Torre Aliyán
Por la pandemia las arcas públicas se encuentran frente a una situación sui géneris y hay que actuar y tomar decisiones complicadas, con riesgos financieros y políticos, pero también el escenario de adversidad administrativa otorgaba -y otorga- la oportunidad de conocer de pies a cabeza a una administración responsable o irresponsable, claramente en Victoria confirman lo segundo.
Recortar salarios en general: sin un plan de evaluación de los trabajadores y su productividad, y sobre todo, que sea “parejo” sin pensar en quienes perciben relativamente lo elemental, no es austeridad, es insensatez.
La austeridad en el ejercicio del gasto público debe entenderse por suprimir los gastos inútiles, superfluos, empezando por aquellos que en nada abonan a mejorar los servicios públicos: arrendamientos de vehículos para uso personal, asesorías y consultorías cuyo valor resulta desproporcional y el cúmulo de intangibles que han caracterizando el gasto público esta administración.
La austeridad no representa solo una nueva modalidad de concebir el correcto uso del dinero público sino que, ante los estragos que la pandemia ha causado en la recaudación, ser un gobierno austero se ha vuelto un deber.
La austeridad es pues, frente a los representados, ejercer atinadamente los recursos públicos, eligiendo correctamente las prioridades de acuerdo al pulso y necesidad social, eliminando rubros innecesarios, sin dejar de escuchar el sentir empresarial.
Considero que tocar los bolsillos de los trabajadores solo era opción en los que ganan más, ahí aunque tampoco es “bien visto” por los afectados, es entendible y soportable, pero tocar los bolsillos de los que ganan menos es una decisión equivocada, de la que no formé parte.
Austeridad sí, insensatez no.