Por: Abdon Garza
Abrelatas: ¡Dicha!
La liberación del alma, Michael A. Singer, ediciones Gala, 2014. 247 p.
Parte 2
La otra cara de la moneda es el éxtasis, la libertad…la iluminación. La purificación del dolor en tu corazón se conoce como el fuego del yoga. Entonces tu vida nunca más será la misma.
¿Qué hay más allá de ti? Es la cuarta y penúltima parte de este enriquecedor libro donde el límite es ilimitado. Más allá de cualquier barrera, una y otra vez, renueva el sentimiento de una razón infinita para nunca parar, siempre en ebullición, siempre en modo torrente para que la energía nunca deje de fluir. Independiente de la zona de confort y de límites que eran inalcanzables.
El camino de la felicidad incondicional es uno sólo: No resistirse. Nunca, nunca, nunca te rindas, -Winston Churchill- el dolor por más grande que sea déjalo pasar, no lo estanques, dale salida, y con ello, estarás abierto siempre para ser feliz.
¿Podemos, debemos convivir, indisolublemente con la muerte?
“La muerte es la que da significado a la vida. La muerte es tu amiga. Ella es liberadora. ¿No entiendes que a cada momento estás a un paso más cerca de la muerte? Esta es la manera correcta de vivir tu vida: vivir como si estuvieras al borde de la muerte, porque de hecho lo estás”. 226 p.
¡La muerte nos posee
Del estudio de las leyes económicas que rigen al capitalismo al despertar espiritual para meditar y hacer yoga, y fundar en 1975 el Templo del Universo, Michael A. Singer, nos lleva de la mano a la parte final de esta experiencia de vida para cerrar con el Tao, el camino que nos conduce a los principios que rigen la vida. El equilibrio entre el yin y el yang, de lo femenino y lo masculino, de la oscuridad y la luz.
En el péndulo de la vida debes permitir que el centro y no los extremos se exprese. Encontrar el “punto dulce” que en la navegación es vital, donde las cuerdas deben estar, ni tensas ni blandas, y al momento que se requiera, adaptarse para permanecer en el centro, otra vez, ni tenso ni blando, sin cargarse a los extremos. Demostrarse ser capaz para mantenerse ecuánime y dejar que la tempestad pase.
El Tao nos lleva a la armonía, el punto perfecto para estar.
La parte final de esta obra es el principio del todo: El amor.
Los amorosos ojos de Dios, es el resumen y culmen de todo.
Cuando ceden los pecados capitales, y no permites que te impulsen sentimientos negativos sabrás, porque así será, que tu espíritu se eleva, te enerva y te obsequia paz, armonía y amor.
“Todos los iluminados han hablado así: -Yo y mi padre somos uno- (Juan 10,30), o -las palabras que les digo no provienen de mi, sino del Padre que mora en mi; él realiza la obra-, (Juan 14,30).
El Atman (Alma) se sumerge en el Paramatman (Alma Suprema). La conciencia individual se sumerge en la unidad universal”. 241 p. Esta es la enseñanza de los Vedas hindúes, de la Cábala judía y de los poetas místicos sufíes. Todas las grandes tradiciones religiosas saben que uno puede fundirse con el Absoluto Universal, con Dios.
La transformación conlleva dejar de juzgar. Tus sentidos se exaltan para amar la naturaleza y amar, también, al niño que no conoces como si fuera tu hijo, a personas que no conoces como si fueran tus más cercanos afectos.
La parábola del hijo pródigo (Lucas 15, 11-32) donde el papá abraza al hijo que abandonó el hogar y despilfarró la fortuna, mientras que el hijo trabajador y que permaneció en casa, molesto, cuestiona al padre por esa acción. La respuesta: El Amor se antepone al juicio.
Lo más hermoso en la vida es experimentar el éxtasis, sentir la dicha, y así conocer la naturaleza de Dios, y si lo consigues, entonces nada ni nadie podrá molestarte o decepcionarte. El pensador rubrica que ningún libro te llevará a un estado de conciencia del Ser, a experimentar el flujo de energía, a la sensación de felicidad; si tú no te lo permites, si tú no eres capaz de abrirte para vivir sin prejuicios, complejos y cuadraturas mentales.
Filósofos, economistas, psicólogos y religiosos disfrutaron y promovieron la lectura de este libro. No es dogmático, tampoco pretende dictar un manifiesto de intenciones, Mr Singer, lo único que sugiere es vivir sin prejuicios, sin desdén por la vida y con ello permitir que la energía fluya para encontrar el centro de nuestra conciencia, el centro de la felicidad.
Albert Einstein, una de las mentes más brillantes del siglo XX, siempre invocaba al filósofo holandés, Baruch de Spinoza, (1632-1677) cuando se le preguntaba si creía en Dios.
«Creo en el Dios de Spinoza, quien se revela así mismo en una armonía de lo existente, no en un Dios que se interesa por el destino y las acciones de los seres humanos».
Si bien no compartía la idea de un Dios personal, manifestó que consideraba que la mente humana no era capaz de comprender la totalidad del universo, ni cómo se organiza, a pesar de ser capaz de percibir la existencia de cierto orden y armonía.
«Nuestras mentes limitadas no pueden aprender la fuerza misteriosa que mueve a las constelaciones. Me fascina el panteísmo – Doctrina y creencia según la cual todo cuanto existe participa de la naturaleza divina porque dios es inmanente al mundo- de Spinoza porque él es el primer filósofo que trata al alma y al cuerpo como si fueran uno mismo, no dos cosas separadas».
Einstein veía que ciencia y religión no se encuentran necesariamente enfrentadas, puesto que ambas persiguen el mismo fin: la búsqueda y entendimiento de la realidad.
El escritor mexicano, Francisco Javier Ángel Real, conocido por su seudónimo como Anand Dílvar que significa dicha del corazón, seguidor del pensador Osho, y autor del libro, El Esclavo -más de 2 millones en ventas y traducido a 28 idiomas-escribió el poema Sí Dios hablara, siguiendo el pensamiento del filósofo Spinoza, éste es un fragmento:
«Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar.
Deja de alabarme, ¿Qué clase de Dios ególatra crees que soy?
Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido?… ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme. Deja de complicarte las cosas y de repetir como un loro lo que te han enseñado acerca de mí. Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones?
No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro… ahí estoy, latiendo en ti».
Después de leer, La liberación del Alma,
entonces, seguro sabrás…sentirás,
¡¿cómo miran los ojos de Dios?!
AGV