El Abierto de Miami de tenis, considerado el “quinto Grand Slam”, se ha visto opacado en los últimos años por una disputa legal sobre unos planes de ampliación y mejora que son indispensables para su supervivencia pero que chocan con su entorno natural y sus fines públicos.
Este centro de tenis está situado en el corazón de Crandon Park, espacio público que incluye la reserva Bear Cut, un área de estudio medioambiental, y diversos ecosistemas como dunas y manglares, destino de aves migratorias y tortugas marinas.
Crandon Park es además vecino del Parque Nacional Biscayne, que reúne vegetación tropical y una docena de especies en peligro de extinción.
Y el torneo corre el mismo riesgo, pues mientras otros torneos han realizado inversiones millonarias en sus instalaciones, el Centro de Tenis de Crandon Park envejece sin que se puedan hacer mejoras que lo sitúen a la altura de los jugadores que cada año participan en los cuadros masculino y femenino.
Varios de ellos se han manifestado sobre el incierto futuro de un torneo asentado sobre una lengua de arena formada en un arrecife de coral en plena Bahía Vizcaya y descubierta por el español Juan Ponce de León en 1513.
“Es evidente que se tiene que hacer algo, es obvio que todos los torneos se están desarrollando y todos están haciendo mejoras en sus instalaciones y el de Miami no ha hecho nada desde hace un buen tiempo”, dijo el español Rafael Nadal.
El cuatro veces finalista en el Masters 1000 de Miami indicó que la comparación entre este torneo y el de Indian Wells que le antecede en el calendario no “ayuda” al de Cayo Vizcaíno, pues el del desierto californiano “mejora día a día”.
El problema radica en la mejora y expansión de las actuales instalaciones de este centro de tenis, propiedad del condado de Miami-Dade.
El acaudalado empresario William John Matheson compró en 1908 esta parte del norte de Cayo Vizcaíno para crear la mayor plantación de cocos de Estados Unidos y, a su muerte, sus herederos donaron las 327.3 hectáreas de terreno al condado.
Pero lo hicieron con la condición de que las tierras se usasen únicamente “con propósitos de parque público”, y el millonario negocio del tenis no encaja bien en ese ámbito.
En discusión están los 50 millones que los organizadores del torneo quieren invertir en el centro de tenis y la negativa de uno de los herederos, Bruce Matheson, de 70 años, que alega que esta ampliación contraviene los términos de la donación.
Ante esta situación, los organizadores ya han dejado entrever que, incluso antes de que venza su contrato de alquiler dentro de ocho años, pueden trasladar el torneo a otro lugar, y ya suenan posibles destinos como Orlando, vecina ciudad del estado de Florida, o incluso algún país asiático.
Los planes de la empresa que dirige el torneo, IMG, recibieron un duro revés en diciembre pasado cuando un tribunal de apelaciones confirmó las restricciones existentes sobre el centro de tenis.
Veterano ya en este torneo, Nadal reconoce que en la actual situación es “difícil hacer algo mayor”, porque el centro de tenis está enclavado en mitad del mar y en medio de la ciudad.
Otro jugador ya habitual como el suizo Roger Federer, campeón en 2005 y 2006, dijo que tiene “muchas memorias del torneo Miami, buenas y malas, pero en su mayoría buenas, porque cuando ganas el título en un torneo se borran todas las cosas negativas”.