Por: Carmen Munguía
Hacer lo suficiente
Cada año en el día internacional de la discapacidad, que justamente se conmemora el tres de diciembre, se adopta un nuevo tema; el de 2021 fue “Liderazgo y participación de las personas con discapacidad en la construcción de un mundo postcovid inclusivo, accesible y sostenible”.
Identifico en este reciente tema la palabra “poscovid”, que nos recuerda a todas las personas que los problemas que tenemos en estos tiempos dejaron de ser los tradicionales, que una y otra administración de gobierno atendió, para ser ahora asuntos mucho más complejos que representan claramente y sin distinción, un desafío para todos los países del mundo, subdesarrollados y desarrollados; a la vez, pienso en cómo, al tiempo que tenemos de frente desafíos globales sin precedente como un mundo poscovid en donde aparecen nuevas variantes que paralizan y nos hacen darnos cuenta que la crisis sanitaria aún no finaliza… el cambio climático que amenaza con la extinción de la humanidad, aún cargamos con otras situaciones de mucho tiempo atrás que no se han podido resolver, y que vienen a agravar cualquier crisis, como lo es la discriminación que persiste en el mundo.
Discriminación por cualquier pretexto, porque no concibo llamarle de otra forma a lo que se ha denominado “motivos”. Y entre esos pretextos o motivos, para agredir y atentar contra la dignidad de las personas, están el color de la piel, la raza, la nacionalidad, el sexo, pero también, además de otros cuantos más, las discapacidades o condiciones de las personas, que no las hacen de ninguna manera menos o inferiores.
Entonces, en este contexto, qué complicado resulta hablar de una palabra con tanta potencia como “liderazgo” y “participación” de personas con discapacidad, y todavía incluir estas palabras tan poderosas en un enunciado en donde se habla de un mundo inclusivo, accesible y sostenible, tomando en cuenta la agenda 2030 en donde uno de sus principios es precisamente no dejar a nadie atrás. Pareciera que nos estamos llenando de problemas, de una suma imparable de los añejos que no sólo no han desaparecido sino que se han complejizado, además de los actuales que aparecen y superan a las películas de ficción; y entonces cómo podríamos pensar en solucionar los líos sociales más complejos, si no hemos podido resolver los otros, como pensar en que las personas con discapacidad tengan liderazgo y participación en un mundo inclusivo, accesible y sostenible, estando las cosas como están ¿cierto? podemos pensar que el panorama se nos ha puesto mucho muy complicado y que no hay salida, pero no es así, porque cuando tenemos contacto con niñas, niños y adolescentes, nos damos cuenta que ellos y ellas son diferentes a nosotros, a nosotras, que su inteligencia, audacia, chispa e interés genuino en los asuntos que afectan sus vidas, no es un caso aislado que se presenta en el nieto, nieta, sobrino, sobrina, vecino o vecina, que son generaciones distintas, que ya están aquí, que piensan muy distinto y que nuestros problemas arcaicos representan un absurdo, problemas primitivos, por ello nos voltean a ver con asombro, con desconcierto, como diciendo cómo carajos siendo tú una persona adulta, más grande que yo, con los medios al alcance, no has resuelto semejante bobada.
Las infancias, la adolescencia ya se enteró que el planeta se los estamos entregando al borde de la extinción y están pensando en otras cosas, en qué van a hacer si ya las máquinas y los robots tienen mucho resuelto, se están reuniendo en diferentes países del mundo, potencias y de la misma región, de América Latina; están organizándose, y a su edad, ya se dirigen a quienes lideran el mundo. Las niñas, niños y adolescentes de estos tiempos ven problemas como la discriminación como un sinsentido, y no está en su lógica continuar con ello, perpetuarla, penosamente somos las personas adultas y las viejas las que hemos segregado, ocultado, apartado, excluido en distintas “escuelas”, amarrado a árboles, encadenado a niñas, niños y adolescentes con algún tipo de discapacidad o condición, y entonces ahora aparecemos hablando de “inclusión”, porque si hubiéramos hecho las cosas bien, no tendríamos que inventarnos palabras que justifiquen nuestras atrocidades, porque las niñas, niños y adolescentes, cualquier persona, a cualquier edad debiera andar por ahí caminando, libremente yendo a la escuela, en los parques, disfrutando del respeto a su dignidad como ser humano, porque como se refiere en el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos “ Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
La Declaración surgió en tiempos de posguerra, ahora en tiempos de poscovid quizás debiéramos replantearnos una vez más su contenido y avanzar en la construcción de un mundo más justo, y sobretodo, ponernos a la altura de las preocupaciones y exigencias de las niñas, niños y adolescentes, porque claramente les hemos fallado y no hemos hecho lo suficiente.
Quizás si les prestáramos más atención y tomáramos enserio sus opiniones tendríamos respuestas a problemas que por décadas no hemos resuelto, como la discriminación.