Es el mar idiota
Arnoldo Huerta Rincón
“Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos…”
El Principito. Antoine de Saint-Exupery.
– Necesitas poner tu vida en orden Javier-
– ¡Sólo tengo veinticinco años!- le contestó con tono enérgico y colgó la llamada.
A Javier, realmente no le había molestado en sí el consejo de su padre, lo que realmente lo sacó de quicio es que no estuvo presente para él, desde el divorcio con su madre (cuando apenas él tenía diez años), nunca mostró un mínimo interés en su vida y, ahora, después de tanto tiempo que supo que su hijo había cambiado una vez más de residencia, quiso saber de él, esto le resultaba a Javier una tremenda hipocresía.
Nunca le faltó amor, su madre siempre estuvo a su lado, cumplió en todos los aspectos, sabía que la vida le había dado lo suficiente con la existencia de ella, por eso no se quejaba, al contrario, agradecía, sabía que padre no es simplemente quien pone la semilla en la mujer, sino quien está en el desarrollo personal de cada ser humano, en su caso, su madre también era y es su padre.
Por eso le costó muchísimo dejar su ciudad, el dejarla a ella, pero necesitaba cambiar de aires, respirar otra oxigenación, dar un paso más en el descubrimiento de sí mismo. De ahí su cambió a la capital del país, para terminar la carrera y después encontrar una oportunidad laboral que lo hiciera crecer, no solo en lo profesional, también en lo humano, que era lo que más anhelaba.
Ya en ciudad capital, Javier se dio cuenta que su decisión fue necesaria, pues el simple hecho de no caminar en línea recta, lo hizo pisar nuevos caminos intransitados, recordó un consejo que le dio un maestro que tuvo en sus primeros semestres de carrera, en su pueblo natal: “todos los caminos conducen a Roma”; tenía en su objetivo, pero no definía la forma, como buen millenial, soñaba mucho, pero los sueños no se activan de la nada.
Después de terminar la licenciatura en derecho y dos o tres experiencias laborales que no colmaron sus intereses, recibió un mensaje de un amigo, donde le avisaba que se iba a vivir al Caribe, eso lo movió, de golpe no reaccionó, pero con el paso de los días en su interior crecía una fuerza que lo jalaba hacia esa zona marítima. Caminando por Polanco, recibió lo que él interpretó como un mensaje divino, observó un espectacular, a pesar de que caminaba diario por ahí no lo había visto antes, anunciaba las playas de México y decía: “Todos necesitan un pedazo de sur…”.
Al paso de unos meses, ya instalado en el sur, se sentía en paz consigo mismo, no estaba ejerciendo lo que había estudiado en su carrera, sin embargo estaba más completo, avanzaba poco a poco en encontrar su paz interior, ya no le pesaban tanto los errores de su pasado, al menos, las cosas que él consideraba que había hecho mal. Sentado con su amigo Roberto, frente al océano y fumando un cigarrillo, sintió una luz muy fuerte que llamó su atención, pensaba que, posiblemente era un mensaje otra vez, tal vez una nueva visión que lo ayudará a seguir en su sendero de evolución.
– Oye Roberto, ¿qué es eso?, ¿ves lo mismo que yo?-
– Javier…¡es el mar idiota!-.
RECOMENDACIÓN SEMANAL: Novela “Quién de nosotros”, del uruguayo Mario Benedetti.
Twitter: @arnhuerta
Correo: [email protected]