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Cuidado con las palabras bonitas

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Cuidado con las palabras bonitas

Por: Eusebio Ruiz Ruiz.

Doña Agustina estaba en el presídium, tenía que aprovechar la oportunidad de hablar, saludar, abrazar y estar con la mera, mera de la Nación, llegó el momento en que le tocó hacer uso de la palabra.

Ante funcionarios federales, estatales y municipales, además de cientos de simpatizantes de la doctora que preside el País, Agustina se dirigió especialmente a la mandataria y dijo: “Después de mi madre, es mi reina, ¡sí señor!, porque nos escucha, porque nos ve, porque nos dice lo que está bien y lo que no, porque nos hace fuertes”, esto fue parte de lo que aquella mujer expresó en su discurso.

Muchos elogios en pocas palabras: La doctora que preside el País es la reina de doña Agustina, a la científica se le atribuyeron las cualidades de escuchar y ver a todas, ninguna escapa a sus oídos ni a su visión; la convirtió en la juez infalible de lo que está bien y de lo que no; además infunde fuerza.

Lo que le comento sucedió el pasado 22 de febrero en Cd. Guadalupe Victoria, Durango, en un evento encabezado por la Presidente de México Claudia Sheinbaum Pardo, la que le echó muchas flores a la doctora fue Agustina López Meza, beneficiaria del programa federal Pensión Mujeres Bienestar.

Bien por la doctora que tiene muchos simpatizantes, es bueno que así sea. De lo que se tienen que cuidar, ella y todos los que están en las altas cimas, es de esos halagos que salen sobrando.

¿Para qué decirles cosas que no son ciertas?, luego se la creen, el trato con naturalidad y sin máscaras es lo mejor que se les puede regalar a los políticos, se les ubica en la realidad, es sano para ellos; las adulaciones los hinchan demasiado, bien sabemos que lo que está hinchado no se encuentra sano;  tantos elogios fingidos hacen que las personas se vuelvan altivas, y la soberbia es autodestrucción psicológica, además de no permitir reconocer las fallas que se tienen.

Es difícil para alguien que camina en las cimas políticas ser inmune a las palabras bonitas, aplausos, abrazos, palmaditas, festejos, recibimientos, porras, euforia, gritos, lambisconeadas, fama, reconocimientos, gloria…, sobre todo si se reciben continuamente, y agréguele el dinero; todo esto puede provocar que el encumbrado pierda el paso seguro y firme, dejándose arrastrar en las peligrosas sendas del poder.

Psicólogos, psiquiatras y sociólogos hablan de un trastorno en la personalidad conocido como la enfermedad del poder o la enfermedad de los políticos, se trata de una perturbación que se presenta en la mayoría de los que se desenvuelven en “las altas esferas”, provocando en ellos sentimientos de superioridad; las personas que la padecen se niegan a bajar de la cima en la que se encuentran o creen encontrarse.

En el libro del Sirácide, escrito probablemente por Ben Sirac, en el siglo II a.C., se  toca el tema de la amistad, el escrito brinda unos consejos muy prácticos para todos, el político los podría hacer suyos, en el mundo de la política vale la pena tenerlos muy presentes.  Se los dejo en los siguientes renglones.

Es bueno que te saluden muchos, pero que uno solo entre mil sea tu amigo íntimo.

Hay amigos que lo son por conveniencia y no son fieles en el día de la desgracia.

Hay amigos que se vuelven enemigos.

Hay amigos que te acompañan a comer, pero nunca aparecen en las horas de las penas: Te va bien y están contigo, te va mal, huyen de ti; si te ocurre una desgracia cambian de actitud y se esconden de tu vista.

Aléjate de tus enemigos.

Sé precavido con tus amigos.

Quizás para una mejor aplicación se le podría cambiar la palabra “amigos” por compañeros de partido, subordinados, superiores, simpatizantes, seguidores, dirigentes, etc.

Sin olvidar que los opositores, o los que piensan diferente, no necesariamente son enemigos.

Gracias por su tiempo para la lectura.

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