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Si yo fuera él

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DEL ABOGADO AMIGO

Luis Torre Aliyán

Si yo fuera él

Nunca he sido de blanco o negro. Distingo bien entre tonos de grises y trato de ser siempre objetivo, aunque la aseveración en ese sentido sea per se subjetiva.

Por ello, no obstante que las corrientes de izquierda más extremistas (López Obrador, secundado por los Fernández Noroñas), las plumas más letales (desde Aristegui hasta Leo Zuckermann) y los periodistas y escritores más radicales (Elena Poniatowska, Epigmenio Ibarra y un largo etcétera) han exigido públicamente la renuncia del Presidente Peña Nieto desde el tiempo en que cobró vigencia el escándalo de la Casa Blanca; yo nunca me sumé a tan drástica postura.

Y el hecho de haberla considerado drástica, descansaba en que aun a pesar del pésimo tratamiento político que impera sistemáticamente en situaciones complejas de interés nacional, y en el de sus errores, para mí no se actualizaba la “causa grave”, que dispone el artículo 86 constitucional como requisito para que el Presidente presente su renuncia.

Sin embargo, considero que hoy es su gran oportunidad; sí: su gran oportunidad, estimado lector.

Si yo fuera él, pasaría a la historia como un Presidente valiente que asumió la crisis política grave y crítica que provocó –pues nadie puede negarla, ni él-, y diría: “Pueblo de México:

Hace cuatro años llegué a la Presidencia francamente deslegitimado. Pues aunque triunfé electoralmente de manera legal, mis adversarios políticos en aquella contienda obtuvieron juntos muchísimos votos más de los que yo alcancé. Es decir, aterricé en los Pinos sin el aval de la gran mayoría.

Luego, en vez de rodearme de la gente más capaz para cada Secretaría, e irme ganando la confianza de los mexicanos, permití que los poderes fácticos que me llevaron al poder y un ex presidente de la república con hambre y sed de regreso, hicieran de mi equipo el suyo; y no el de los mexicanos. Cosa de la que hoy me arrepiento.

Después, perdí la batalla contra la ambición, fui descubierto por ustedes en actos ligados con corrupción y conflicto de intereses. Lo lamento.

Adhiero a ese lamento mis muy variadas inexactitudes en el micrófono y la escasa capacidad de reacción de mi gobierno frente a circunstancias que pasamos y, que, admito, debieron de haber sido resueltas de mejor manera.

Así, totalmente desequilibrado mi mandato como consecuencia de lo aquí expuesto, mi partido fue ampliamente superado en las pasadas elecciones, y vive el momento de mayor crisis en su historia.

Hoy me equivoqué una vez más. Los traicioné, no tomé en cuenta el pulso general de la ciudadanía previo a tomar una decisión en materia de política exterior, que pudiera llegar a trascender negativamente. No fui el líder que merecen.

De esa talante, ante el descrédito global de la actual figura presidencial, así como la descomunal deslegitimación interna para la toma de decisiones, y la ingobernabilidad que dichos factores generan, he decidido, con fundamento en los artículos 73 y 86 de la Constitución General de la República, vía este escrito, presentar mi propuesta formal de renuncia al cargo de Presidente de la República, ante el Congreso de la Unión.”

Si yo fuera él, preferiría pasar a la historia así, y no seguir hundiendo mi nombre; pues entre más avanza el tiempo más se equivoca.

Pero no soy, estimado lector; el tiempo dirá cómo le fue con la apuesta Trumpeana, pues como si fuera partido de fútbol, el Presidente y Videgaray (éste aun desde “la banca”) desean que gane Trump de último minuto para poder regocijarse con un “se los dije”, y subsanar de cierto modo su errónea decisión (mi opinión es que errónea seguirá siendo aunque gane Trump).

En fin. El tiempo dirá, también, cómo será recordado Peña Nieto.