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Doctrina Social de la Iglesia

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Doctrina Social de la Iglesia

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Doctrina Social de la Iglesia

Por: Eusebio Ruiz Ruiz.

Para muchas personas la Iglesia Católica debería limitarse al campo exclusivamente espiritual, absolutamente nada tendría que hacer en el aspecto social, económico y menos en el político. Sin embargo, la Iglesia cuenta con su doctrina social que, según la instrucción Libertatis Conscientia, nace del encuentro entre el mensaje evangélico y las exigencias de los problemas que surgen en la vida de la sociedad.

La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) no es muy bien vista, digamos que resulta incómoda y hasta fuera de la ley por considerarla como una intromisión en asuntos terrenales. A una gran parte de fieles les gusta una doctrina alienante, “espiritualoide” y angelical, que no se mezcle con temas como la justicia, la crisis económica, la política, los votos, la corrupción, la educación, el trabajo, la deuda externa, la discriminación, la globalización, la violencia, el narcotráfico, etc. A esto se agrega que entre algunos miembros del clero se escuchan homilías anacrónicas, superficiales, demasiado celestiales, sin sentido y sin implicaciones concretas en la vida real.

Con todo y los obstáculos señalados, la enseñanza de esta doctrina avanza, haciendo conciencia del mensaje liberador de Jesucristo entre los fieles y el clero.

Entre las enseñanzas que dejó san Juan Pablo II está: “Para la Iglesia enseñar y difundir la doctrina social pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano, ya que esta doctrina expone sus consecuencias directas en la vida de la sociedad y encuadra incluso el trabajo cotidiano y las luchas por la justicia en el testimonio a Cristo Salvador” (Centesimus Annus, No. 5).

En el mismo documento se afirma: “la nueva evangelización debe incluir entre sus elementos esenciales el anuncio de la doctrina social”.

La DSI no es una novedad, tiene sus raíces en el pueblo de Israel y en el mensaje del Mesías; posteriormente crece y florece entre las primeras comunidades cristianas (siglo I), se enriquece con los primeros teólogos y obispos (siglo II-IV) y sigue fortaleciéndose en la Edad Media. Fue hasta el siglo XIX cuando se organizó sistemáticamente como fruto de la experiencia acumulada en centenares de años.

Desde el siglo XIX hasta nuestros días, los pontífices han elaborado valiosos documentos sociales –por cierto muy desconocidos por los católicos- como la Rerum Novarum de León XIII, Quadragesimo Anno y Divini Redemptoris de Pío XI; Mater et Magistra y Pacem in Terris de Juan XXIII; Populorum Progressio y Octogessima Adveniens de Pablo VI, Redemptor Hominis, Laborem Exercens, Centesimus Annus, Mulieris Dignitatem, Christifideles Laici, Ecclesia in America de san Juan Pablo II, Evangelii Gaudium, Amoris Laetitia y Laudato Si del Papa Francisco, entre otros; a estos documentos pontificios hay que añadir los de carácter episcopal como Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida, además de algunas cartas pastorales de la Conferencia del Episcopado Mexicano.

En un sentido amplio, por DSI se entiende la enseñanza doctrinal, mediante la cual el magisterio de la Iglesia, asistido por el Espíritu Santo y sostenido al mismo tiempo por el parecer de los teólogos y especialistas en ciencias sociales, procura iluminar a la luz del evangelio las actividades diarias de los hombres y mujeres en las diversas comunidades a que pertenecen, desde la institución familiar a la sociedad internacional. (Definición dada por san Juan Pablo II el 1º de enero de 1991, en la proclamación del año de la DSI).

En un sentido estricto: “Es un rico patrimonio de enseñanza que la Iglesia ha adquirido progresivamente en los siglos XIX, XX y los que llevamos del XXI, como respuesta a los desafíos de la realidad humana y social; no como recetas técnicas, sino como juicio valorativo, dialogal y evolutivo, expresada en tres niveles de vinculación: principios de reflexión, criterios de juicio y orientaciones para la acción; tomando como fundamento la dignidad de la persona humana, a la luz de la palabra de Dios y la tradición de la Iglesia, a fin de ayudar, según la manera propia de la Iglesia, inspirando y educando el pensamiento en orden a la acción, primeramente del Pueblo de Dios, a los pueblos y gobernantes y a todos los hombres de buena voluntad que quieran aceptarlo, para construir una sociedad más justa y humana conforme al designio del Reino de Dios” (Juan Souto Coelho, Iniciación a la D.S.I., páginas 61 y 62).

La DSI no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de la teología y especialmente al de la teología moral; sin embargo, no deja de ser un estorbo para quienes obran con mala voluntad en la sociedad actual, tan llena de vicios y corrupciones; necesitada de hombres y mujeres dispuestos a remar contra corriente por un mundo más justo y solidario.

Benedicto XVI, en su primer encíclica afirmó: «En la difícil situación en la que nos encontramos hoy, a causa también de la globalización de la economía, la doctrina social de la Iglesia se ha convertido en una indicación fundamental, que propone orientaciones válidas mucho más allá de sus confines: estas orientaciones —ante el avance del progreso— se han de afrontar en diálogo con todos los que se preocupan seriamente por el hombre y su mundo». (Deus caritas).

El Papa Francisco ha expresado en varias ocasiones los principios en que se sostiene la DSI: La dignidad de la persona humana, el destino universal de los bienes, la subsidiariedad, el bien común, la solidaridad y la participación.

Una de las riquezas de la DSI está en que los temas se analizan en equipo y de manera organizada con la ayuda de especialistas en distintas áreas del conocimiento, es el resultado de un trabajo interdisciplinar, por ejemplo, en la elaboración de la encíclica “Laudato Si” las aportaciones y propuestas fueron de científicos, filósofos, empresarios y políticos de todo el mundo, se dice que fueron más de 200, sin contar los aportes menores. En consecuencia, la DSI no es sólo para católicos, sino para todas aquellas personas de buena voluntad que luchan por un mundo cada vez más justo.

La DSI puede servir como fuente de inspiración en la búsqueda de soluciones concretas ante los graves problemas de orden social que vivimos hoy.